sábado, 19 de noviembre de 2016

LA NOCHE QUE TODO CAMBIÓ

Aquel martes estaba siendo un mal día, uno más que añadir a los muchos meses de angustia que llevaba arrastrando en los últimos años; con cada jornada su vida se complicaba más y más, nada salía a derechas creciéndole los problemas a medida que pasaban las horas. El ánimo tocado de muerte desde hacía tiempo, andaba perdido dentro de un maltrecho cuerpo que funcionaba a duras penas amenazando con sucumbir. Todo era caos en torno a él.

Aquella tarde  llegó a casa al borde del colapso, el aire no entraba en sus pulmones  y una opresión mantenida se había instalado sobre su pecho  el cual se agitaba sin control subiendo y bajando; debía calmarse, encontrar el sosiego perdido y reconducir su vida pero en las actuales circunstancias por las que pasaba eso era una utopía y la salud tampoco acompañaba, estaba atrapado, no tenía salida.

Tras consumir la precaria cena de aquella noche, unas rosquilletas y un vaso de leche aderezado por un montón de pastillas, mataba el tiempo zascandileado por la casa a la espera de iniciarse la serie de turno en un canal cualquiera; últimamente veía la televisión sin verla, veía aquellas imágenes con la cabeza en otro sitio no llegando nunca a concluir ninguna trama.


Su  mesa de trabajo era pura anarquía con montones de papeles y notas por todas partes a ambos lados de su portátil, tras este otro ordenador de sobremesa con una pantalla de veintidós pulgadas guardaba silencio a la espera de ser requerido. Pasaba muchas horas frente a aquellos aparatos, eran su vía de escape en muchas ocasiones paro también a través de ellos, recibía información del mundo exterior y de su entorno social.

Leía la prensa en un rincón de la mesa cuando algo en su inconsciente encendió la luz de alarma sin a priori, un motivo claro; el televisor escupía imágenes a las que nadie prestaba atención, acabadas las noticias y el espacio del tiempo, una batería de consejos publicitarios llenaban los minutos previos al cuerpo de la programación, desconocía la película de esa noche. La pantalla se fundió en blanco y bombos de la suerte surcaron sin orden el lienzo virtual, era el momento del habitual sorteo, raro era el día que no había alguno en un país sumido en la crisis desde hacía años.

Sin mirar al aparato, acostumbrado a una suerte que le era esquiva, siguió leyendo el periódico sin interés pero algo en su cabeza lo mantenía alerta, algo esa noche parecía distinto; el sonido del televisor era un puro murmullo ininteligible aun así restos de vocablos invadieron su oído interno haciéndose conscientes unas últimas cifras, se puso rígido, su mirada frenó una lectura anodina que hacía rato ya no procesaba su cerebro. Cuando quiso mirar la pantalla el mini espacio había finalizado dejando una duda flotando en el ambiente.


Quiso seguir haciendo cosas por la casa pero una intranquilidad se había instalado en su cabeza y su atención era difusa, hacía pero no concretaba, pensaba pero no concluía, respiraba pero no conseguía desprenderse de la losa que se había depositado sobre su pecho. Al final optó por disipar la duda creada y encendió su portátil, introdujo su clave personal y esperó unos segundos mientras el aparato procesaba la información; tras respirar hondo tecleó la URL de la web que buscaba y al poco, ante sus ojos,  apareció lo que se negaba a creer, lo que nunca pensó llegaría a ver.

Aquellos números lo hipnotizaron, el mundo a su alrededor se detuvo de golpe dando una sacudida brusca que a punto estuvo de tirarlo al suelo, toda la tensión acumulada durante los últimos meses pareció tirar de él sumiéndolo en un bajón emocional y físico, el peso sobre su pecho aumentó y por un momento creyó se iba a desmayar. Aquellos minutos de trance le parecieron una eternidad pero la película aún no había empezado por tanto, su subjetividad temporal estaba distorsionada de manera clara pero no era consciente de ello.

Aquella noche la diosa fortuna se había detenido frente a él, aquellas fechas señaladas que habían dado lugar a los números elegidos se habían confabulado para cambiar su vida pero aun no sabía cuánto; los próximos días serían un carrusel de acontecimientos, propios y extraños se sorprenderían de los cambios que estaban a punto de tener lugar y sin esperarlo, verían truncados los planes elucubrados en sus cabezas a la espera del debacle al que se suponía condenado aquel infeliz.


A la espera de conocer el premio a repartir, su cabeza tenía planificado desde hacía mucho el desenlace de los acontecimientos más apremiantes, las primeras actuaciones serían drásticas, traumáticas para algunos, necesarias para el conjunto; los que no habían estado a la altura de las circunstancias quedarían apartados y un nuevo orden se instauraría en aquella pequeña comunidad a la que había pertenecido desde que tenía memoria. Ese miércoles comenzaría una nueva vida.

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