Jodido de pies a cabeza; así estaba aquel hombre aquella
mañana de noviembre. Sus noches se habían convertido en su peor enemigo y de
ellas salía derrotado cada amanecer, sus pasos tras salir de la cama habían
pasado a ser un ceremonial álgido y lastimero que lo arrastraban delante de su
mesa donde quedaba alicaído y pensativo, aquello no era vida y cada jornada el
lastre que debía cargar crecía, aumentando con él sus deseos para que todo
acabara.
Su cabeza era un torbellino de ideas, reflexiones, recuerdos,
ansias frustradas y fantasías incoherentes que una y otra vez lo llevaban por sendas infructuosas
de difícil explicación, de hecho no la tenían y por ello su duermevelas diario
se había convertido en un nexo de unión entre sus dos existencias a las cuales
saltaba sin control ni sentido.
La luz que durante años lo mantuvo alerta iba apagándose y él
lo notaba, sabía que su hora estaba llegando y tenía en mente empezar a
arreglar sus asuntos antes de que la dama negra tocara a su puerta; no había
mucho que repartir pues otros se habían llevado una buena tajada de lo
conseguido durante su vida en un pasado cercano aun así, lo poco que quedaba
debía dejarse a buen recaudo, fuera del alcance de los buitres carroñeros que
ya revoloteaban entorno a él.
Y mientras ese día llegaba su mísera existencia transcurría
por derroteros infumables, cada jornada era peor que la anterior y eso consumía
su ánimo y su resistencia orgánica; los músculos estaban a punto de tirar la
toalla pues una contractura crónica se había apoderado de ellos, las glándulas
no daban a vasto licuando y filtrando humores y fluidos malsanos, los pocos
sentidos que se mantenían indemnes iban al relentí pues el motor que los
mantenía con un hilo de vida, a duras penas gestionaba una adecuada combustión
y en estas circunstancias, veía pasar los días aquel hombre acabado.
Las horas pasaban lentamente sin un producto visible, la
actividad en ellas había pasado de prescindible a estéril pues nada de valía
surgía tras ellas; como en un bucle anodino y monótono cada día era un espejo
del anterior y un reflejo del siguiente, nadie podía parar el ciclo de
involución en el que se hallaba inmerso y su capacidad de lucha por resistir
hacía aguas a todas luces. Era el declive de un alma atormentada a la que había
tocado vivir un debacle existencial marcado por las circunstancias de errores
concatenados y consentidos, las
confianzas mal dadas y el desentendimiento inocente e irresponsable. Las
cartas estaban echadas desde hacía mucho tiempo y la partida perdida de la
manera más cruel.
Fugaces chispazos surgían de vez en cuando iluminando por
unos segundos la abrumadora oscuridad existencial en que vivía, en ellos creía
poder vislumbrar un atisbo de esperanza, una tabla a la que asirse, una isla
perdida a la que arribar… pero era una mera ilusión producto de un agotamiento
neuronal que ya venía de lejos; las brumas volvían a invadirlo todo y una vez
más se perdía entre sus recuerdos cada vez menos nítidos en su cabeza, tocaba
ya con los dedos el otro lado, ese del que nadie vuelve y al que casi nadie
quiere llegar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario