sábado, 24 de septiembre de 2016

CERRADO POR VACACIONES

Enrollado como un armadillo dentro de su caparazón, con los músculos en tensión y los ojos cerrados se encontraba aquella mañana a mediados de septiembre, sus luchas internas y contra los elementos lo tenían agotado, su resistencia andaba muy mermada y a punto estaba de darse por vencido y tirar la toalla. El calor de las mañanas agostinas empezaba a quedar atrás entrando en el periodo de frescos inciertos que tan mal llevaba; roto por un organismo en constante involución, cada jornada le suponía ímprobos esfuerzos de ánimo e ímpetus físicos que ya no tenía.

La alegría y bullicio de hacía  pocas semanas atrás, había dado paso a un declive manifiesto provocado por el ocaso del verano y eso se palpaba en una arena vacía, un paseo marítimo casi desierto, terrazas y cafeterías huérfanas de clientes y cientos de apartamentos con sus ventanas cerradas iniciando el largo sueño del olvido. El ciclo volvía a repetirse una vez más pero cada año a él lo pillaba con menos fuerzas, con menos capacidad de reacción y esta vez a duras penas creía que conseguirá superarlo a la vista de lo que tenía por delante y estaba por llegar.


El sol seguía bañando el horizonte cada mañana, sus rayos jugaban con las aguas de un mar infinito creando reflejos de plata y miel; como si de un lago se tratara las escasas olas apenas imperceptibles, lamían las arenas doradas de una bahía tranquila y en silencio, la injuria de miles de huellas anónimas de hacía pocas semanas, había dado paso a un manto uniforme e inmaculado de arena inacabable sobre la que tan solo algunas gaviotas y otras aves marinas osaban posarse.

Las sombrillas, tumbonas, pasarelas y demás mobiliario estival habían desaparecido  dejando paso  a una nada natural y luminosa, en el agua las motos acuáticas habían ahogado sus monótonos rugidos mecánicos, dando paso a un silencio ensordecedor donde hasta hacía poco el guirigay de miles de gargantas invadía el entorno costero. A mediodía el viento de levante se hacía dueño de toda la bahía agitando toldos y palmeras en una danza molesta e incómoda, las temperaturas empezaban a declinar recordando el próximo fin del verano y con él la necesidad de empezar a sacar la ropa de entretiempo.


Con el cuerpo húmedo y pegajoso por los caprichos orgánicos de su malogrado cuerpo, transformaba en palabras los chispazos neuronales gestados en los intersticios de su materia gris; la trama de la historia era una más que añadir a su carpeta virtual que como otras muchas, surgía del desasosiego y la añoranza, de la rabia contenida y la desesperación, de la incertidumbre y la angustia. Nada había salido como esperaban, todo se había truncado en un momento de sus vidas delicado y próximo a su fin pero nada podía hacerse salvo esperar acontecimientos que no llegaban y cuando estos lo hacían tan solo añadían más leña al fuego.



El verano ya solo era un recuerdo, las fotografías hechas durante él su único testimonio; todo estaba a punto de echar el cierre y con el cartel de CERRADO POR VACACIONES los sufridos hosteleros empezaban su ansiado periodo de descanso, mientras la masa que hasta hacía pocas fechas inundaba el pequeño pueblo costero, retornaba a sus lugares de origen para hacer frente a un largo periodo gris y estresante. Pensar en el próximo periodo estival se convertía en una utopía dadas las circunstancias por las que pasaba, todo podía cambiar de un día para otro como lo venía haciendo en los últimos años, cada vez más hundidos en un pozo del que no veían la forma de salir salvo que la dama negra los visitara y con su presencia iniciaran el último viaje libres ya de ataduras y compromisos.

sábado, 17 de septiembre de 2016

EL PASO POR LA VIDA

Un buen día, en un lugar cualquiera, alguien escupe la semilla que ha ido gestando durante nueve largos meses; en ese momento entre llantos, sangre y otros fluidos corporales un nuevo ser ve la luz en este planeta llamado Tierra, probablemente el lugar en el que lo haga marcará su existencia. El moreno cabezón de brazos enclenques y vientre hinchado tendrá los días contados, en cambio el rubio de ojos claros mofletudo y regordete como un querubín de los que pintaba Murillo tendrá una vida plácida… o no.

La vida es una lotería en la que todos jugamos pero pocos obtenemos premio, del bombo de la fortuna muchos ya salen malogrados, nadie es igual y a la vez nadie es distinto pues por todos corre un caudal sanguíneo, a veces flojo y ahorchatado, que nutre cada célula del envase orgánico que nos ha tocado ocupar. Las formas de ese envase son muchas y muy variadas en aspecto, tamaño, color y proporciones por lo que a pesar de la similitud existen grandes diferencias las cuales en ocasiones también marcan la trayectoria vital del individuo.


Y ahora estamos en la playa en el declive de un nuevo verano, hace cuatro días como quien dice estaban llegando en masa las gentes ilusionadas ante la perspectiva de las ansiadas vacaciones, hoy con la cabeza cacha empacan sus enseres estivales y resignados ponen rumbo a sus ciudades de origen para iniciar un nuevo e incierto año laboral. Atrás quedan los baños de mar, los paseos por la playa, los helados en las terrazas, las siestas de tumbona, las verbenas y los aperitivos de bañador; la vida pasa y tan solo somos un eslabón de la cadena insignificante y prescindible el cual llegado el momento, es sustituido y olvidado.

Caminas por lugares hasta hace poco abarrotados de gente los cuales han quedado desiertos en un sinsentido difícil de explicar, la ciudad de los miles de turistas se convierte de un día para otro en una ciudad fantasma, solitaria y en silencio en la que apenas ves a unos pocos afortunados deambulando sin rumbo por el largo paseo marítimo. Las piscinas quedan en el olvido, la actividad playera deja de existir, el ocio desaparece y con él las luces y las músicas que han inundado el ambiente; todo se enquista y se prepara para hibernar durante largos meses durante los cuales la bahía seguirá respirando, regenerándose para una nueva etapa estival en la que como cada año, se verá invadida por miles de intrusos llegados de todas partes que mancillaran su manto de arena y sus aguas cristalinas.



Esos cuerpos blancos y aceitosos pasarán a pieles sonrosadas y más tarde a morenas con cientos de tonalidades, sus risas bobaliconas y desenfadadas se oirán en toda la bahía acompañando al grito de las gaviotas. Así pues algunos envases orgánicos, conocidos como cuerpos, tienen la suerte de poder disfrutar de unos días de asueto, unos junto al mar y otros en la montaña, pero todos ellos con el beneplácito de una naturaleza que les ha sido favorable y benévola al haberles permitido eclosionar en tierras civilizadas en la que su paso por la vida será cuanto menos ACEPTABLE.

sábado, 10 de septiembre de 2016

EL DEBACLE DE UNA SAGA

Al final llegó el primer gran susto, el primero de otros muchos que estaban por llegar; la sensación de rabia e impotencia te hacía hervir la bilis y con ella la boca se llenaba de sabores malsanos e inmundos. La desinformación te hacía llegar tarde a todo, las posibles tablas de salvación se las llevaban las olas por no haber llegado a tiempo y uno veía pasar ante sus ojos lo que pudo ser y no fue. La maquinaria legislativa debía ponerse en marcha, no había tiempo que perder y todos eran conscientes de ello; las posibles soluciones, escasas, conllevaban un riesgo que debían asumir ante lo evidente, la gravedad de los hechos y su falta de recursos para solucionarlos los condenaba al suicidio colectivo pero había que intentarlo, el inmovilismo acabaría llevándoselo todo por delante, era hora de reaccionar.

Los pliegos iban acumulándose sobre la mesa, leer sus páginas te hundía en la desesperación viéndote en un callejón sin salida que se iba estrechando con el paso de las jornadas; tenías que fiarte de lo que te aconsejaban los letrados de lo contrario estabas perdido y aun así, la cosa no estaba nada clara y todo podía suceder. La mala suerte nos acompañaba y por más que quisieras evitarlo, la situación que vivíamos te consumía las veinticuatro horas de cada jornada, no había un momento de respiro en el que pudieras desconectar.

El campo estaba sembrado de minas y en cada recodo estas podían estallar, había que ser prudente y contenido en el proceder pues lo que te pedía el cuerpo podía acelerar el desenlace final: la especulación de bienes estaba sobre la mesa, un escaparate de ofertas era recibido a diario aun así, estas no fructificaban y los medios para mitigar el desastre escaseaban.

Acudir a la trinchera cada día requería un mayor esfuerzo, no físico sino mental, la derrota se veía en las caras de los escasos soldados que aun aguantaban la línea de defensa cada vez más inestable; actuar  de portavoz de noticias casi nunca buenas y por lo tanto mal aceptadas, se había convertido en una costumbre en los últimos tiempos, hacerlo implicaba grandes dosis de ansiedad la cual se prolongaba más allá del propio campo de batalla.

La tensión se palpaba en cada gesto, ningún acto estaba libre de ella y eso crispaba  unos nervios ya de por si bastante afectados; en cualquier momento la bomba orgánica podía dejar de funcionar dejando ya sin energía vital aquel maltrecho cuerpo. Inmersos en una situación complicada derivada por las circunstancias que los envolvían, nadie veía una salida aceptable de aquel fuego cruzado, antes o después y para eso no faltaba mucho, empezarían a caer derrotados.

Con los brazos casi caídos deambulaban por los despachos que un día los vieron triunfar, el color gris del entorno era un reflejo de sus almas perdidas que a duras penas acababan cada jornada; los conflictos saltaban a cada momento y el ambiente se había vuelto insostenible entre una tropa desmotivada y pesimista. Sin el control ya en sus manos, otros decidían el ritmo de los acontecimientos y estos no pintaban nada bien; próximos a un final esperado la anarquía estaba instalándose en aquel reducto que a duras penas consumía sus últimas gotas de  esperanza.

Y como no hay dos sin tres, un descalabro más venía a unirse al estado de caos en el que se había convertido su día a día; los conflictos personales se incrementaban al tiempo que los escasos restos de salud escapaban a marchas forzadas, todo era oscuro en un horizonte próximo y más allá de este la incertidumbre se instalaba con fuertes raíces. Nada parecía estar a salvo y en ese magma de angustia existencial, había que levantar la cabeza y seguir avanzando, había que sacar pecho y restar importancia a los acontecimientos ante las miradas ajenas; uno estaba harto de fingir una falsa realidad.


El puño de la angustia iba cerrándose en torno a vísceras y  esperanzas, con su garra truncaba anhelos y proyectos ficticios que nunca verían la luz, sin dar un momento de respiro su presión creciente rasgaba un ánimo ya de por sí muy tocado y con la amenaza de un debacle próximo siempre en la cabeza, salir de casa requería ímprobos esfuerzos. El final estaba a la vuelta de la esquina, sus consecuencias se prolongarían mucho más allá del propio fin y nadie tenía claro cuando se llegaría al verdadero punto y final; tras este la cuenta se pondría a cero y todo volvería a empezar con nuevos ánimos, nuevas esperanzas, nuevos retos y mucha ilusión. Como suele decirse no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista así pues el tiempo marcará su ley y pondrá a cada uno en su sitio.

sábado, 3 de septiembre de 2016

45 MILLONES

Uno vive su vida, a veces mal gestionada, haciendo planes convencido de que nunca llegará a llevarlos a cabo; uno piensa, elucubra y sueña con hechos de muy difícil realización dado que los sueños son solo sueños y tan solo quedan atrapados entre las redes de nuestra materia gris. No por irrealizables dejan de estar presentes en nuestro día a día, no por inviables uno deja de desearlos, no por imposibles o al menos poco probables se siguen repitiendo una y otra vez.

Sin ir más lejos esta semana oí que en uno de los muchos sorteos con los que nos seducen cada semana había un bote de 45 millones ¿Quién no ha soñado alguna vez con que le toca la lotería? ¿Quién no ha hecho planes con el ficticio dinero obtenido por el premio? La respuesta más socorrida y repetida por las gentes es “yo pagaría lo que debo” y a la pregunta ¿y con el resto? Por desgracia a día de hoy y tal como está el país la respuesta de muchos sería “el resto… que esperen”.

La sensación de descubrir que uno está en posesión de la combinación ganadora de uno u otro sorteo debe ser aturdidora, de golpe uno puede cambiar su status sin haber movido un dedo; una vez asimilado el pellizco del 20% que se lleva el fisco hay que empezar a gestionar los emolumentos obtenidos y ahí hay que hilar fino si no queremos ver evaporarse en unos pocos años todo lo conseguido de la diosa fortuna pues si difícil es que toque, prácticamente imposible es volver a repetir esas dádivas.

Hay que establecer prioridades manteniendo siempre una visión global del premio y nuestras circunstancias, primero lo inaplazable pero sin ser excesivamente desprendido o generoso, tan solo damos lo exigido por nuestros compromisos legales o amistosos. Una vez solventada la parte acreedora y siempre que haya quedado remanente en el bote, podemos empezar a gestionar proyectos aparcados pero siempre teniendo los pies en el suelo, no se aceptan amigos nuevos ni gente bienintencionada de reciente aparición, hay que mantener un núcleo de gestión extremadamente reducido.

Arriesgarse con el mercado de valores tal y como está el patio se me antoja un despropósito, los plazos fijos y otros productos financieros a día de hoy son penosos y uno tiene la sensación cuando se los ofrecen de que le están tomando el pelo, porcentajes irrisorios cuando por un escaso descubierto te han estado cobrando comisiones desorbitadas a veces tan elevadas como el propio descubierto. La desgracia de tener que guardar el dinero en los bancos te obliga a valorar las opciones menos malas y en ocasiones es difícil encontrarlas por tanto te ves peregrinando por diferentes entidades financieras para recibir sus ofertas y demás parabienes.

El mercado inmobiliario es una opción interesante, hoy la oferta es amplísima y se pueden encontrar buenas operaciones las cuales, yendo con el dinero por delante, aún pueden ser mejoradas. Valorados y elegidos nuestros proyectos a desarrollar los puede haber de dos tipos ambos igual de válidos, por un lado lo que podríamos llamar lúdicos-vitales entre los cuales incluiríamos una nueva vivienda, el cambio de vehículo o el viaje soñado; por otro lado estarían los profesionales o de futuro entre los que estarían crear o mejorar nuestro negocio, estudiar en el extranjero, etcétera…

Así pues  uno no debe perder la cabeza ante tal regalo de los dioses, en ese caso de la diosa fortuna, con la cabeza fría debe planificar su estrategia pues de un buen planteamiento dependerá que ese dinero recibido colme nuestras aspiraciones sin riesgo a que se volatilice de un día para otro; generar un pequeño patrimonio que de buenos dividendos puede hacer que nuestras inversiones crezcan y se consoliden y recordar siempre el viejo refrán de “En el pagar no seas diligente que te puedes morir de repente”.

Una cabeza bien amueblada se hace fundamental a la hora de gestionar los dineros obtenidos por el azar, la coherencia y el sentido común deben prevalecer; recientemente conocí la historia de dos amigos agraciados con uno de esos premios, no muy elevado pero si lo suficiente para tener una vida desahogada. Uno de ellos compró una vivienda, mejoró su negocio y conservó un buen pellizco como colchón de seguridad. El otro en cambio vivió la vida; siempre rodeado de una corte de amistades de reciente aparición, flanqueado en todo momento por esculturales pivones de pasarela y enganchado a múltiples vicios de elevado coste, acabó en un visto y no visto con lo obtenido terminando sus días en las vías de un tren.


Suele decirse que el dinero no da la felicidad y es curioso que dicha aseveración suela salir normalmente de los labios de quien no lo necesita o de quien tiene tanto que ya no sabe en que gastarlo; una aceptable cantidad de dinero bien administrada es el mejor antídoto para las depresiones, ayuda a mitigar las crisis de ansiedad y en muchas ocasiones evita rupturas familiares aunque soy de la opinión de que una familia sujeta con alfileres en torno a la plata de uno de sus miembros, tiene poco futuro y antes o después explotará. Así pues seguiremos soñando con esas dádivas inesperadas, improbables y salvadoras de nuestras miserias cotidianas no olvidando nunca que el que juega por necesidad, pierde por obligación.