sábado, 27 de agosto de 2016

CAÍDA LIBRE Y EL AMOR

No era hombre de suerte, ya de pequeño tenía tendencia a caerse ante cualquier imprevisto, su rodillas eran un mar de moratones con todos los colores del arco iris en función de su momento de evolución; flexible como un junco e igual de frágil en todas sus cosas,  era blanco de contratiempos y despropósitos de lo más variado. Le llamaban Caída Libre y su nombre hacía honor a su trayectoria vital en continuo descenso.

Acostumbrado a los problemas y la mala suerte, había sabido crear una coraza en torno a él que a la vez lo protegía y aislaba de su entorno; en su obsesión por autoprotegerse había aprendido a negarse los sentimientos más básicos por miedo a que a través de estos, algo  o alguien lo hiriera. Caída Libre era frío y distante o al menos intentaba serlo ante la gente, era desconfiado rozando en ocasiones la mala educación en sus tratos por lo cual no era de compañía apreciada, cosa que en el fondo él agradecía pues le permitía evadirse sin tener que dar explicaciones.

La mente de Caída Libre últimamente flotaba en una nebulosa de sensaciones  hasta ahora desconocidas para él, cada mañana despertaba con la piel cubierta por una fina capa de sudor muestra inequívoca de un sueño inquieto y perturbado; su estómago vibraba sometido al aleteo de cientos de mariposas creándole un cosquilleo difícil de explicar. Caída Libre había conocido a una chica morena de ojos castaños y eso era nuevo para él.

Su imagen era la última que veía al cerrar los ojos por las noches, su sonrisa lo primero al abrirlos por las mañanas, aquella chica había perturbado la plácida aunque monótona vida de Caída Libre pero a él parecía no importarle, estaba enamorado. Se llamaba Margarita, nombre de primavera, y aun no siendo muy agraciada tenía un punto atractivo que a él lo volvía loco.

Margarita ya había tenido varios novios para su corta edad por lo que se desenvolvía bien en los lances amorosos, conocía el protocolo  y sabía marcar los tiempos, era un zorrón con cara de ángel y Caída Libre era su nueva víctima. Él la idolatraba, para él aquello era todo nuevo y le gustaba sentirse querido o al menos pensar que lo era; siempre tenía un detalle para ella, le gustaba sorprenderla.

A los pocos meses había acabado con sus ahorros intentando llevar un ritmo de vida que no podía permitirse pero todo era poco para su adorada Margarita, Caída Libre estaba en las últimas y ya no conciliaba el sueño, sus amaneceres ya no eran idílicos ni la sonrisa de su amada  la primera imagen del día; su vida se había complicado y no sabía que rumbo tomar.

Discutían a menudo y en más de una ocasión ella lo dejó plantado, no respondía a sus llamadas y los feos cada vez eran más frecuentes; Caída Libre estaba amargado, lo había dado todo por ella y cada vez Margarita estaba más distante. Para ella el limón ya estaba exprimido y era hora de buscar más fruta en otros campos, el protocolo marcaba la hora de la despedida para dejar paso al shock y más tarde al duelo de su última víctima.

La aceptación tendría que llegar antes o después aunque para Caída Libre no iba a ser fácil, su coraza de aislamiento se había agrietado el día que la conoció y ahora el rencor y un sentimiento de burla iba creciendo dentro de él al tiempo que en su rostro se instalaba un rictus de odio. Él despechado no vivía, no dormía, no comía, ya no era él… El día del adiós quedó perplejo, no daba crédito a las palabras que salían de la boca de Margarita y ella se marchó dándole la espalda.

Caída Libre no salía de su habitación, tumbado en la cama lloraba su suerte prometiéndose a partir de aquel día odiar a las mujeres, su primera y última experiencia con el sexo opuesto le marcaría para el resto de sus días y sin saberlo, un monstruo empezó a crecer dentro de él. Semanas más tarde ojeando libros y revistas en una librería de viejo, un artículo sobre Jack el destripador quedó a la vista  sobre una mesa y algo en él llamó su atención.

Caída Libre profundizó en el tema llegando a empatizar con el tenebroso personaje, no importaban los motivos por los que en su día hiciera lo que hizo, lo importante fue que se atrevió a hacerlo sin importarle las consecuencias, creando el pánico en las calles de Londres del siglo XIX. Caída Libre era un romántico y vio en el personaje un acto de poesía con cada uno de sus crímenes, para Caída Jack llegó a convertirse en su héroe.


Unos meses más tarde los medios de comunicación se hacían eco de una serie de muertes en extrañas circunstancias y sin un móvil claro; las víctimas guardaban un mismo patrón, chicas jóvenes, morenas y con ojos castaños.

miércoles, 17 de agosto de 2016

UN ALIEN EN EL VIENTRE

La semilla del mal iba creciendo en su interior sin dar manifestaciones claras, en los últimos tiempos no se encontraba bien sin saber a que atribuirlo y eso lo tenía preocupado; él hablaba del síndrome de ocupación pues tenía la impresión de que algo estaba creciendo en su interior por lo que se presentaba un conflicto de espacios ente “eso” y sus tripas. Su abdomen estaba dilatado y en ocasiones vibraba tensando sus músculos de manera asimétrica, con cada espasmo se deformaba aquella pancha redonda ganada con los años, con cada contracción muscular su respiración frenaba en seco yéndosele la vida.

Tumbado veía moverse aquella pancha que parecía estar a punto de estallar, los bultos e irregularidades debido a las anárquicas contracciones daban un aspecto grotesco a la redondez de antaño; en ocasiones llegaba a ponerse dura como una piedra, sus rectos del abdomen se tensaban como cuerdas de una guitarra orgánica echada a perder, por su parte los oblicuos tiraban desde sus inserciones de manera descoordinada desdibujando el perímetro de aquella malograda barriga. El mal de pancha cuya etiología no alcanzaba a vislumbrar se estaba cebando con él y no auguraba un buen pronóstico, estaba muy preocupado.

Estaba claro que algo no iba bien, tenía la impresión de que algo o alguien anidaba en su interior nutriéndose de sus fluidos, creciendo a costa de su maltrecho organismo y sin poder hacer nada para defenderse. En el silencio de la noche oía un murmullo de origen oscuro saliendo de sus entrañas, un continuo chupeteo con el que iba succionando sus humores secando cada rincón de su interior; era como un batido de chocolate con alguien al otro extremo de la pajita tirando de él.


Aquella sensación le acompañaba las veinticuatro horas del día minando su ánimo y llenándolo de incertidumbre, aquella malsana simbiosis le había cambiado el carácter teniendo los nervios a flor de piel prácticamente durante todas sus jornadas por lo que ante mínimos contratiempos, saltaba como una fiera enjaulada. El run run le seguía a todas partes habiéndose convertido en el centro de su vida pues todo giraba en torno a él, nada podía hacer olvidarlo pues él se encargaba de recordar su presencia con frecuentes y violentos espasmos.

Las noches eran su campo de batalla abonado al insomnio y el sufrimiento, en ellas no había  un momento de sosiego y ya no recordaba su último sueño reparador; sacudido por andanadas de convulsiones como si estuviera conectado a una línea de alta tensión, pasaba las horas esperando un nuevo amanecer. Por las mañanas vestirse suponía entrar en batalla con las fuerzas del mal que, desde su interior, ofrecían una resistencia sobrenatural difícil de vencer.


Así era su día a día desde hacía meses, la lentitud y burocracia sanitaria le hacían no encontrar el momento para hacerse pruebas que dieran luz a su lamentable estado, sabía que cuando lo hiciera daría comienzo el principio del fin y mientras ese momento llegaba él intentaba sobrevivir día a día sin plantearse un más allá pues nunca sabía cuando le llegaría esa última convulsión con la cual todo acabaría.

sábado, 6 de agosto de 2016

EL TIEMPO VUELA

Parece que fue ayer y sin embargo dentro de pocos días hará casi cuatro  décadas que ocurrió, toda una vida para la mayoría; el tan esperado para muchos, puente de la virgen de agosto, para él supuso el fin. El fin de todo lo conocido tal y como lo había conocido, el fin de todo lo vivido tal y como debía ser vivido, el fin de las esperanzas en un futuro tal y como debía uno esperárselo. Aquello fue el final, lo que vino después tan solo fue un deambular por la vida con más pena que gloria cuyo final estaba siendo inesperado y caótico.

¿Una prueba que quiso ponerle la vida o un castigo por la vida que hasta entonces había llevado? nunca nada ni nadie podría aclararlo pero después de casi cuatro décadas que importaba el motivo; todas las cosas importantes, trascendentes, significadas… ocurren en un instante, en lo que dura un parpadeo puede cambiar tú vida, para bien o para mal; esa llamada esperada, unos números de lotería, un encuentro fortuito, una curva traicionera… y zas, todo cambia a partir de ese momento.

Las cosas buenas o malas casi siempre las vemos en el ojo ajeno, un falso convencimiento nos hace creer que estamos exentos de ellas, difícilmente tocados por las primeras y a salvo de las segundas pero no es así, todos estamos en el bombo de esta lotería llamada vida, a la que todos jugamos aun sin quererlo. Un día despiertas sin ser consciente de que cuando anochezca ya nada será igual, tú vida habrá cambiado y en ocasiones de forma permanente; todo será nuevo y habrá que volver a empezar mal que nos pese.


La vida seguirá su curso pero la nuestra se habrá detenido, quedaremos lastrados en ese instante fatídico y esa carga deberemos arrastrarla el resto de nuestra existencia aun así, hay que seguir avanzando aunque el precio pagado escape a nuestro control. En este mundo tan diverso hay historias para todos los gustos, es curioso que predominen las malas, no sé  si por qué son más llamativas y morbosas, solo hace falta remitirse a los noticiarios para comprobar tal hecho, el caso es que cuando uno las vive en carne propia, se curte frente al mal ajeno envolviéndose en una coraza de indiferencia sobre la que todo resbala.

Y uno vuelve a recordar, y se traslada en el tiempo a aquel negro fin de semana, todo vuelve a cobrar nitidez entre las brumas de la memoria, aquellas caras y aquellas voces vuelven a ser reales, cercanas, ahí están delante de nuestros ojos escenificando un fragmento de nuestra historia lejana, aquellas últimas horas de nuestra otra vida, aquella que murió en la negrura de una noche de verano.

El sol sigue saliendo cada mañana y sus rayos continúan acariciando nuestra piel pero esa piel ya no es la misma, ha cambiado con su nueva vida dejándose cuidar por otras manos, dejándose mirar por otros ojos, dejándose besar por otros labios. Pocos son los rostros de ayer que siguen acompañándonos hoy, la vida es una rueda que  no deja de girar y en su rodar continuo, actúa como filtro de amistades y compromisos, de amores y prejuicios, de anhelos y esperanzas… solo echando la vista atrás vemos todo lo que quedó en el camino.

El momento se aproxima, una vez más como cada año visualizo los escenarios donde se desarrolló la macabra película, los actores se preparan entre bambalinas para la representación que en breves momentos tendrá lugar, todo el atrezo está listo en su lugar, la iluminación va adaptándose a la hora crucial y pronto se oirá la palabra acción, tras la cual todo se pondrá en movimiento una vez más. Es curioso como unos escasos segundos pueden llegar a tener tanto protagonismo en la vida de algunas personas, algunas de estas vidas continúan otras en cambio, acaban con ellos de manera brusca.


Tanto en un caso como en el otro, ya nada será igual a partir de ese momento; nuevos rostros aparecerán en tú vida, quizás algunos retornen del pasado trayéndonos con ellos historias olvidadas, tú hacer diario habrá tomado otro rumbo y hasta puede que hayas cambiado de residencia; nueva vida con nuevas sensaciones pero al llegar la fecha señalada, vuelves a ser el de antes y te ves con muchos años menos y toda una vida por delante, ésta aún no se ha truncado y en tú cabeza puedes manipular los acontecimientos dándoles resultados diferentes pero quizás, si estos se hubieran dado, hoy no estarías aquí escribiendo estas líneas.

El momento ha llegado y en tú cabeza analizas cada paso dado entonces sabedor de sus consecuencias, como en una novela prohibida vas leyendo sus páginas aplicando tú censura, eliminando fragmentos, cambiando palabras y expresiones pero al llegar al final, tan solo habremos cambiado la historia alejándola de la original y el resultado ya no será el creado por su autor que para bien o para mal, dejó su impronta en un momento dado.


La historia podrá imitarse, repetirse o incluso adulterarse pero nunca será la misma pues cada momento temporal es único, con identidad propia, las circunstancias que en el confluyen en tiempo y lugar son irrepetibles y por tanto exclusivas de ese fragmento de historia; todo lo que vendrá después aun siendo importante, será secundario pues cada uno lo vivirá de manera diferente, con más o menos resignación, con más o menos rebeldía, con mayor o menor impotencia. Cada línea vital seguirá descontando los minutos de su existencia por caminos variados, muy distintos los unos de los otros, aunque toda la red de carreteras se extienda por el mismo territorio; al final del trayecto todos confluirán en el mismo infierno… o paraíso.