viernes, 30 de octubre de 2015

BLOQUEO MENTAL

El bombardeo álgido no cesaba en los últimos meses, raro era el día en el que no llegaba algún pufo nuevo y la capacidad de reacción hacía aguas a la vista de todos; las protestas eran continuas, las reclamaciones no cesaban y el teléfono no dejaba de sonar con un sonsonete hiriente y monótono. Aquel marinero estaba harto de achicar agua en un barco que se hundía ya sin posibilidades de ser reflotado y de poderse, no estaba claro si ya valía la pena hacerlo; él tenía claro que no volvería a enrolarse en otra aventura marinera salvo que tuviera entre sus manos el timón de la nave y aun así, tendría que meditarlo mucho dado que su situación no precisaba de mayores condumios.

En su astillero mental tenía los planos de un nuevo proyecto aparcado para quizás otro momento, cuando se dieran las condiciones  adecuadas y eso por ahora era inviable. Había visto varios pantalanes en donde atracar su nave a lo largo de todo el puerto, tenía sus preferidos y sabía que haría en cada uno de ellos; distribución, colores, imágenes… todo estaba perfectamente organizado entre sus neuronas, listo para iniciarse en cuanto las circunstancias y el ánimo lo permitieran.

No era amigo de conflictos bélicos más allá de las pantallas, su dosis de sufrimiento ajeno estaba colmada en su  faceta de ficción, la sangre gratuita no le satisfacía aunque últimamente sentía un vacío, algo dentro de él reclamaba escarmiento, agravio, venganza o quizás ¿justicia? El  motín entre la marinería nunca era descartable y más en aquellas circunstancias pero que parte del puente de mando no hubiera dado ejemplo le hastiaba y le hacía hervir la sangre; llegaría el día de cortar cabezas pero quizás para entonces él ya no estaría allí para verlo.


El tiempo pasaba y la situación ya era insostenible, aquellos pantalanes en donde atracar su próximo barco empezaban a ser ocupados por otras navieras ante la imposibilidad de clavar su propia bandera; tenía las manos  atadas y el bloqueo mental empezaba a ser preocupante, dormía mal, apenas probaba bocado y su aislamiento social se hacía más patente con cada jornada. Aquel marinero tenía el alma herida y no hallaba el consuelo, sabía de este que retozaba en costas cercanas inaccesibles para él y en esta situación dejaba correr las últimas horas de su existencia.

Como cada año había llegado a su bahía, allí esperaba encontrar algo de sosiego, dar agilidad a su materia gris bloqueada en los últimos tiempos y ver si era capaz de desconectar perdiendo su mirada en un horizonte azul de brillos cambiantes. Las próximas semanas deberían ser de descanso pero tal y como transcurría su vida, en cualquier momento el zarpazo mortal podía llegarle desde cualquier sitio y sin previo aviso, se limitaría a vivir aquel periodo sin bajar la guardia aun a sabiendas de que poco o nada podía hacer para cambiar los acontecimientos.

Oyendo Miss Malone de La Orquesta Mondragón estaba en su torre de marfil aquella mañana de julio, el día transcurría sin novedad y eso para ser viernes era de por si un acontecimiento, los lunes y viernes solían ser nefastos en los últimos tiempos; las noticias recibidas en lunes normalmente te jodían el inicio de semana, las recibidas los viernes te jodían el fin de semana así pues él solía vivir jodido los siete días y así una semana tras otra.


Veía a la gente tirada en la arena esclavos del astro rey, sus toallas multicolor ponían una nota de alegría bajo las carnes aceitosas y encarnadas; gordas pasean por la arena volumen imponente despertando deseos, aquel desfile de sirenas de cuerpos bien cebados era un atractivo más sobre una orilla plagada de huellas anónimas borradas una y otra vez por el caprichoso vaivén de las olas. Él observaba todo desde aquella atalaya, desde allí oteaba el horizonte vislumbrando costas lejanas donde otros cuerpos imitarían a los que ahora tenía a sus pies.

Con la mente bloqueada y el sol quemando danzaría arriba y abajo por el paseo marítimo una y mil veces andado en otros tiempos, los top manta aquel verano habían formado una segunda piel sobre el enlosado y por momentos se hacía difícil pasar entre ellos ante la permisividad de las fuerzas del orden. El estío se acompaña de relajación y esta, llagada a límites extremos, reblandecía juicios y ordenanza pues cada uno iba a lo suyo sin preocuparle el más allá.


Hoy era día de aniversario pero con la mente bloqueada había poco que celebrar, habría quien diría que el hecho de estar aquí ya era motivo suficiente de celebración pero él no estaba en tiempo y espacio donde se le suponía, él volaba a los confines del mundo dejando atrás un cuerpo amortizado e inservible que pronto  sería pasto de las llamas; su otro yo renacería junto a una laguna de aguas cristalinas en su paraíso perdido.

jueves, 22 de octubre de 2015

LA ÚLTIMA NOCHE

Ese día tenía que llegar, todos los años llegaba, y este no iba a ser diferente; amaneció ese domingo dispuesto a pasar su último día completo junto a la bahía, allí llevaba poco más de tres meses y había llegado la hora de cerrar aquella casa y regresar a la ciudad, cada minuto vivido durante la jornada que ahora iniciaba sería el último hasta la próxima temporada y eso le dejaba un regusto amargo. Las vistas desde la terraza se irían apagando a medida que avanzara la tarde y el paseo marítimo repleto de humanidad hacía pocas semanas, quedaría desierto y huérfano de viandantes.

Desde su torre de cristal había visto transcurrir el último verano, la arena dorada que se extendía a sus pies bordeando toda la bahía había ido llenándose y quedando vacía un día tras otro siguiendo el vaivén de las mareas; el baile secreto de las olas con la arena húmeda de la orilla era un acto de amor íntimo culminado con besos de espuma blanca, desde su atalaya veía el ir y venir de las gentes alegres que iniciaban sus días de playa. En los días claros divisaba con total nitidez el perfil de la costa perdiéndose por el sur en el macizo del Montgó descendiendo hasta el cabo de San Antonio, tras el cual unos ojos verdes muy queridos fijaban su mirada en las aguas cristalinas de una cala rocosa.


Ese último día amaneció gris y lluvioso, era como si quisiera ocultar la belleza del lugar haciendo la despedida más fácil; la luz que acostumbraba a inundar cada rincón de aquel pueblo costero había desaparecido de un día para otro sumiendo el lugar en neblinas de tonos plomizos. Iban a ser los últimos en abandonar el complejo residencial pero no por ello la despedida iba a ser menos triste, nada les esperaba en la ciudad salvo los problemas que venían arrastrando en los últimos años y por ello nada había de atractivo en su vuelta a la vida urbana.

Si algo había en aquel lugar que le gustara especialmente esto era su silencio, tan solo roto por el rumor de las olas al lamer la arena con su rítmico vaivén; podía estar horas mirando el mar con la mirada perdida en su horizonte dejando volar su imaginación en sus acostumbrados viajes transoceánicos, lugares muy distantes que estaban al alcance de su mano con tan solo un chispazo neuronal; cerrar los ojos y dejarse invadir por el rumor del oleaje era otra de sus pasiones, era como poner música a sus sueños aventureros los cuales no encontraban límites.

Aquella última noche todo acababa una vez más y cada vez que lo hacía no podía evitar preguntarse si habría una nueva temporada, si volvería a estar una vez más con su gente en aquel lugar de retiro; era como jugar a la ruleta rusa esperando que cuando apretaras el gatillo, el tambor fuera generoso contigo eligiendo una recámara vacía. Salir de allí cerrando la puerta a sus espaldas siempre suponía dejar parte de uno entre aquellas paredes, dejar atrás aquellas vistas, aquel  silencio, aquella luz… año tras año, iba mermando lo poco bueno con lo que uno disfrutaba.


El momento de la partida se acercaba, los bultos empezaban a acumularse por los pasillos y habitaciones, muy pronto los estores bajarían para  no volver a levantarse en los próximos meses, los toldos quedarían enrollados durante una larga temporada señal inequívoca de una ausencia de vida tras aquellos cristales. Con aquel cierre se añadiría un eslabón más a la ciudad fantasma en la que se convertía cada año toda aquella franja de costa, protegida por una pequeña y rocosa montaña, y vigilada por un castillo centenario que impasible desde su pedestal, había visto a lo largo de los siglos las idas y venidas de los distintos pueblos que arribaban a sus costas.

La puerta se cerró por fin tras un ímprobo esfuerzo emocional, lo que quedaba atrás era mucho más que una simple casa de verano, mucho más que un habitáculo en el que cambiar de aires al final de cada primavera, aquellas paredes eran su puerta estelar en la que se sentía libre sin necesidad de pisar la calle, era su lanzadera desde la cual escapaba siempre que quería dejando atrás las miserias que la vida le había impuesto, era su bola de cristal en donde podía buscar mundos lejanos y trasladarse hasta ellos sin abandonar su mesa. A través de la pantalla de su ordenador podía realizar lo irrealizable, podía ver lo que sabía nunca vería, podía vivir lo que a ciencia cierta nunca viviría y todo ello desde su torre de cristal frente a la bahía.


Atrás quedó el pueblo costero, atrás quedaron retazos de su vida, sus sueños, sus ficciones y recuerdos, sus momentos vividos junto al mar, sus noches de luna llena, sus paseos hasta el espigón, sus tardes callejeando por el pueblo, sus meditaciones a la sombra de las palmeras, sus batidos y cafés granizados; allí dejaba el alma a la espera de poder reencontrarla algún día.

miércoles, 14 de octubre de 2015

AMANECER ESTIVAL

Tendido sobre la cama soportaba otra noche de insomnio, pronto vería un nuevo amanecer con la cabeza llena por sus miserias existenciales; es curiosa la lentitud a la que puede ir el minutero cuando las horas pasan en blanco con la única compañía de un ventilador girando en el techo. Tic, tac, tic, tac… miras el reloj y ese tiempo que parecía eterno apenas ha consumido unos escasos minutos; intentas moverte buscando el frescor de unas sábanas por explorar, tú piel arde en aquella noche de verano y nada alivia el bochorno que te invade. El ventilador sigue girando con un ritmo cansino, por momentos dirías que las altas temperaturas también le afectan y a duras penas puede moverse; la ola de calor perdura ya demasiado tiempo y tú piel sigue ardiendo sobre unas sábanas candentes.


En el exterior la vida empieza a despertar un día más, el rumor de las olas llega hasta tú cama claro y reiterante, este se mezcla con el de las máquinas que desde hace unas horas están limpiando las playas para recibir una nueva avalancha humana. Sigues mirando al techo, sigues viendo al ventilador girar y en tú cabeza mil historias entran en conflicto, las próximas semanas se adivinan caóticas y ya no te quedan fuerzas para seguir en la trinchera, la guerra está tocando a su fin y ahora habrá que lidiar con sus consecuencias.

Acabas de desprenderte de tú bien más preciado pero probablemente ese peaje no sea suficiente, en tú cabeza elucubras soluciones imposibles de improbable ejecución y esto te ayuda a continuar en la brecha pero viviendo una realidad ficticia pues sabes que nunca tendrán lugar. Tic, tac, tic, tac… el reloj sigue desgranando sus dígitos a paso de tortuga y tú te desesperas ante tanta lentitud; vuelves a empezar por el principio y de nuevo repasas tú malograda existencia buscando el punto de inflexión que dio comienzo al caos.



Y por si todo ello no fuera suficiente el maltrecho cuerpo no acompaña, los males del pasado persisten y se agudizan no dando respiro alguno; raro es el día que una tripa rota no reclama su atención rugiendo desde lo más profundo de sus epiplones, las reacciones orgánicas no se hacen de esperar y una cascada de sensaciones nocivas se apoderan de un cuerpo insomne abrasado por el calor de una noche estival.

miércoles, 7 de octubre de 2015

EL GRAN CAPITÁN

Siempre había vivido en una burbuja de realidad ficticia, su día a día estaba basado en una existencia de triunfalismo virtual que él mismo había creado a su alrededor; su ascenso profesional se debía en gran medida a padrinos y oportunidades que supo aprovechar, el gran vacío existente en el sector al que dedicó gran parte de su vida, permitió que fuera una de las cabezas visibles del grupo de gobierno en una profesión minoritaria y mal avenida.

Con indumentaria de gala en todos los actos protocolarios y de representación, accedía a las altas esferas en las cuales se codeaba con la creme de la administración, allí negociaba y llegaba a acuerdos de aparente éxito para su gremio, de allí salían ufanos y henchidos de orgullo por los resultados obtenidos, frotándose las manos por lo bien que iban a quedar ante sus representados en la próxima asamblea.


Año tras año y así en décadas sucesivas, el grupo al que pertenecía dentro de ese ambiente de alfombras rojas, se iba asentando en un poder fatuo de dudoso valor, los verdaderos resultados nunca se obtenían y estos siempre venían enmascarados por éxitos menores que les servían para justificar su reelección; los logros nunca conseguidos  siempre lastraron al puñado de empresas que formaban aquel gremio el cual, acomodado en una situación insostenible para otros, aceptaba su precaria situación conformándose al recibir unas migajas del pastel de tanto en tanto; aquella asociación era como una puta mal pagada necesitada de amor.

Llegado el momento de demostrar esa supuesta valía exhibida durante años en los escenarios más  variopintos, el gran capitán se desinfló como un suflé no dando la talla que se le suponía; desentendiéndose del destino de aquella nave que durante décadas fingió gobernar, escondió la cabeza utilizando la técnica del avestruz manteniéndose al margen de los avatares que zarandeaban aquella nave condenada a zozobrar.


Toda aquella apariencia triunfadora quedó hecha jirones dejando al descubierto un interior endeble sujeto con alfileres, sus segundos en la línea sucesoria criados al calor de éxitos postizos, siguieron la estela del gran capitán incluso alguno de ellos, adelantándose a los acontecimientos, salió con lo puesto para ir sembrando un camino paralelo; unos y otros desaparecieron de la escena en aras de evitar enfrentamientos incómodos con los compromisos que dejaban pendientes, todos ellos partícipes de la situación creada abandonaban la escena por la puerta de atrás como vulgares intrusos.

Suele decirse que el tiempo pone a cada uno en su sitio de modo que lo insostenible al final cae por su propio peso, antes o después la máscara de una vida mal gestionada sería voz populi dejando al descubierto el verdadero rostro de quien fingió lo que nunca fue, puede que ni el propio protagonista se reconociera llegado ese momento al mirarse en el espejo, ese en el que nadie queremos que nos vean dado que pone al descubierto nuestras miserias más íntimas, nuestros secretos más inconfesables, nuestro verdadero yo.


Una vez desaparecido de  la escena, eludiendo su parte de responsabilidad y a la espera de que el temporal pasara sin afectarlo, el gran capitán se dedicó a la intriga, al apoyo ajeno, a salvar lo suyo a costa de lo de los demás; dando por perdida su nave por cuyo salvamento no hizo ningún esfuerzo, se enroló en otro astillero dando apoyo a otros proyectos en clara disputa con la que hasta hacía pocas fechas había sido su gente, su familia, su tropa.

Practicando el socorrido “tierra trágame” hacía meses que no pisaba su antigua nave aun así, hizo intentonas por reunirse con la marinería a espaldas del actual equipo de gobierno del cual él se había excluido; sus argumentos eran cantos de sirena y nadie estaba dispuesto a oírlos por lo cual aquel intento de reunión furtiva no obtuvo respuesta entre la gente que sabiendo su respuesta ante los acontecimientos, lo ignoraba y maldecía.



El gran capitán se había convertido en un mal recuerdo entre aquella gente y con el quedaba demostrado lo efímero de su paso por aquel lugar, su huella quedó borrada con las primeras brisas de la primavera, nadie lo echaba de menos y la traición siempre acompañaría a su sombría figura; habiendo fallado a muchos, había perdido su respeto y la admiración que en algún momento alguien pudiera haber tenido por él, cayó como un telón dando por finalizada su trayectoria, el gran capitán había perdido sus galones a la vista de todos y ya nunca podría recuperarlos.