Tenía que llegar, estaba cantado que tenía que ocurrir, antes
o después tenía que pasar… y pasó. La bomba llevaba años latente y la tensión
se notaba en el ambiente, se toleraban pero nunca llegaron a aceptarse por muy
buenas que parecieran sus relaciones, es lo que tiene el convivir forzados.
Mientras todo fue bien los roces se superaban con diplomacia y mano izquierda,
cada uno se centraba en su parcela y la máquina empresarial avanzaba superando
obstáculos y desavenencias, las cuitas personales quedaban en un segundo plano
y así la paz social se mantenía sin mucho esfuerzo.
Tras muchos años en la brecha, más de un siglo, varias eran
las generaciones que habían pasado por aquel negocio artesanal contribuyendo
con su granito de arena al desarrollo de la empresa, esta había cambiado varias
veces de nombre a lo largo de su historia pero su esencia se mantenía
imperturbable a lo largo de los años. Los tiempos habían cambiado y los años de
bonanza ya eran tan solo un recuerdo lejano vivido por unos pocos, hoy era
impensable retomar aquel camino pues las circunstancias eran muy diferentes.
Las miradas se evitaban, las palabras habían quedado
reducidas a la mínima expresión y hasta el saludo estaba ausente en un grupo
que se deshacía a marchas forzadas; haber tocado los pilares familiares había
sido la gota que colmara el vaso pero el proceso de recuperación proseguía
cayera quien cayera, eran unos pocos o todos los que podían quedar en el andén
y el tren no esperaba pues no podía perder velocidad en su remontada.
Cada día era un reto en el que levantarse y acudir a la
trinchera suponía un arduo esfuerzo, el personal miraba interrogante esperando
una luz a la que aferrarse pero pasaban los días y esta no llegaba, eran muchos
los meses de angustia y esta estaba pasando factura entre la filas del pequeño
ejército, cada día había una nueva baja, baja que probablemente ya no volvería
a la batalla dejando su hueco en el frente. Pero la lucha debía continuar a
pesar de tener cada vez menos armas con las que atacar o defenderse, el centro
de mando estaba tocado, muy tocado y se estaba quedando solo.
Uno tenía la certeza de que la cosa andaba muy mal pero a la
vista de cómo se estaban desarrollando los acontecimientos, podía estar seguro
de que aun podían empeorar; cada reunión traía nuevas sorpresas, nuevos
aspectos negativos que ensombrecían aun más el nefasto panorama. La marinería
era ajena al caos establecido en el puente de mando, ellos ya llevaban su
propio calvario desde hacía mucho tiempo y cada uno lamía sus heridas como
podía.
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