Hay etapas en la vida en las
que nunca ves la luz del sol, negros nubarrones se ciernen a tú alrededor
amenazando con descargar sus vientres algodonosos, la impotencia del mal hacer
ajeno y las consecuencias de ese mal hacer consentido te cortan la respiración,
oprimiéndote el pecho a cada paso. La larga andadura por el camino erróneo,
acaba llevándote a la perdición y en ese extravío vital, te sientes morir en
vida; buscar atajos en lo imposible es querer que llueva café molido y ante lo
improbable de que eso ocurra uno busca y busca alternativas en su cabeza.
Los conflictos se acumulan, las
soluciones escasean y uno intenta refugiarse en un rincón de la mente, buscando
un punto por el que evadirse de todo aquello que ha convertido su vida en un
infierno; cada día está lleno de incertidumbres, la ausencia de noticias es
casi peor que recibirlas y los rostros apagados de quienes gestaron el
conflicto, no invitan a la esperanza. El ciclo que los llevó al éxito ha
acabado y lo ha hecho de la forma más traumática, los días de gloria quedaron
diluidos en un pasado lejano y hoy nada ni nadie recuerda aquellos tiempos.
Todo lo conseguido puede saltar
por los aires el día menos pensado y sin decirlo, cada uno va preparando su
estrategia; cuando la guerra está perdida solo queda una rendición honrosa pero
¿a qué precio? La angustia de lo improbable va haciéndose realidad con cada
nueva jornada y solo un milagro puede darle la vuelta a la caótica situación;
dado que los milagros no existen, solo queda seguir tapando grietas conscientes
de que el agua sigue entrando amenazando con hundir el maltrecho barco.
Suele decirse que cuando las ratas empiezan a abandonar el barco es que este se hunde, las primeras han empezado a desfilar y sus hermanas cuando se percaten del angustioso éxodo, no tardarán en seguirlas y así, de este modo, sin ya tripulantes que remen en un barco que zozobra, este acelerará su muerte yéndose al fondo del océano sin opciones ya de ser reflotado.
Cuando todo va mal debemos
tener la certeza de que las cosas aún pueden
empeorar, primero se hunde el barco y luego uno tras otro, se ahogan los
náufragos. En estas situaciones en las que todo parece estar perdido, deben
prevalecer la calma, el análisis, el ingenio y el valor, pero por muchos
ingredientes que echemos en el puchero, siempre faltará uno que escapa a
nuestro control sin el cual el guiso no fructificará. La búsqueda de opciones
debe seguir aun cuando todo se crea perdido, a veces donde menos se espera
surge la solución que muchas veces hemos tenido delante de nuestros ojos sin
verla.
Si la esperanza es lo último
que se pierde y dicen que mientras hay vida hay esperanza, quien nos dice que
no vayamos a encontrar un atisbo de tranquilidad a la vuelta de la esquina, una
ración de sosiego que nos permita coger impulso y seguir en la brecha; en los
negocios como en las relaciones personales, siempre hay capacidad para la
sorpresa, para lo inesperado, muchas veces tan solo hace falta el tiempo
suficiente para que el hecho tenga lugar pero cada vez queda menos tiempo y
este pasa muy deprisa.
Los periodos de calma suelen
preceder a la tormenta y en esta el granizo amenaza con barrerlo todo en un
instante, cuando tú única defensa es un paraguas maltrecho las posibilidades de
salir bien librado son escasas; la precaria tela no será capaz de hacer frente
a las andanadas que desde todos los frentes nos irán llegando. La táctica del
avestruz tampoco nos sirve pues todo lo nuestro quedará expuesto a los dardos
del sistema y estos si piedad alguna, se cebarán con lo que tanto costó
conseguir.
Momentos de caos, un periodo
que nadie supuso llegaría y para el que no estaban preparados, la vida sigue
corriendo a su alrededor ajena al conflicto generacional que viven en silencio;
las voces se alzan entre el grupo sacando las vilezas que llevamos dentro, el
sálvese quien pueda está a punto de estallar y con él, todo el bagaje obtenido
a lo largo de los años se irá por el pestilente sumidero sin nada que pueda evitarlo.
De vuelta a la ciudad, el cielo
se torna oscuro, los problemas vuelven a ganar intensidad y la angustia de lo
improbable se instala de nuevo en nuestro interior; las noches volverán a ser
eternas y el desconsuelo campará a sus anchas a nuestro alrededor. Nuevas
reuniones se tendrán, nuevas propuestas se plantearán, nuevos conflictos
surgirán y allí, alrededor de la misma mesa, unos personajes afligidos darán
sus últimas bocanadas de aire antes de ahogarse con los
vientos del otoño.
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