sábado, 14 de junio de 2014

CUANDO TODO FALLA

La luz se torna oscuridad, los negros y grises sustituyen a los blancos limpios e inmaculados, la paz del espíritu se turba y nada sale bien; cuando todo falla a nuestro alrededor no queda más que aguantar, resistir, como bien se dice no hay mal que cien años dure…ni cuerpo que lo resista. Hay épocas del año, normalmente coincidiendo con algunos cambios estacionales, en los que todo va a la deriva en nuestro entorno próximo, pensamos que nos han echado un mal de ojo pues todo se confabula en contra nuestra y en ese estado de disgusto baladí rozamos la desesperación.

Con la llegada del verano preparamos nuestras segundas residencias, aireamos sus dependencias a veces tras muchos meses cerradas, y lo dejamos todo listo para pasar una larga temporada de asueto y relajación; lo que en principio pensamos va a ser un mero traslado de residencia, en ocasiones se convierte en una interminable carrera de obstáculos donde todo se complica y deja de funcionar.

Vamos a ducharnos y el termo no funciona ¿Qué le pasa al jodido termo? Luego vendrá el técnico y nos explicará que tantos meses parado y con el agua sin correr se ha acumulado la cal obstruyendo tubos y deposito, conclusión el termo pesa un huevo y esta muerto y eso significan 400 € del ala nada más empezar las ansiadas vacaciones, de un plumazo a tomar por el saco unas cuantas mariscadas y batidos.

Pasado el trago unos días después estás lavándote las manos despreocupado en un baño y al ir a salir notas un ¡chop chop! en los pies, joder de donde sale esta agua, con todo el suelo enguarrado por el agua mezclada con la arenilla de las zapatillas, te agachas a investigar donde puede estar la fuga, el sifón, coño a llamar al fontanero otra vez. Y este una vez más nos explica que la soleta reseca por falta de uso se ha agrietado y pierde, 50 € más y adiós a unas cuantas cervezas.

Una mañana te levantas y vas a tomarte un vaso de leche a la cocina, hueles algo raro y al mirar a tú alrededor la vista se te va hacia la nevera, la abres y el tufo te tira de espaldas, en el suelo una aguilla incipiente en torno al preciado electrodoméstico revela signos de una sospechosa descongelación, hostia la nevera por el aire, miedo da llamar al técnico.

Estás a punto de tirar la toalla, no das descanso a la tarjeta y las reservas se tambalean y a penas llevas una semana de ¿vacaciones? Eso es un sin vivir continuo ¿Qué será lo próximo en desfallecer? Uno mismo quizás, a la vista de tanto despropósito, el mal de ojo es un hecho, no es posible tanta mala suerte en un espacio tan breve de tiempo, algo o alguien te quiere mal.

Harto de la casa y todos sus desmanes bajas al garaje, puede que una vuelta en el coche te despeje y calme tus ánimos; abres la puerta y te sientas, cierras los ojos y respiras hondo en un intento por dejar atrás  el caos doméstico en el que se han convertido aquellos días tan deseados, introduces la llave y le das al contacto. Un sonido sordo a modo de tos seca llega hasta tus oídos al tiempo que una vibración apagada sacude todo tú cuerpo, vuelves a intentarlo, más de lo mismo, aquello no arranca, la mala leche sube por tus sienes y sientes que la cabeza te va a estallar, lo intentas una vez más y otra más, nada; sales del coche y abres el capó, miras sin ver pues no tienes ni puta idea de lo que ves pero intuyes que puede ser la batería. Ahora le toca  el turno a la puta batería.


Lo dicho, cuando todo falla solo queda aguantar, resistir y… resignarse.

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