Iluso
aquel que espere ser agraciado por la diosa fortuna, tiene más posibilidades de
desarrollar un cáncer maligno; aun así semana tras semana dejamos perder
nuestros euros llenando las arcas del estado con los juegos de azar. Primitiva,
quinielas, euromillones, lotería y un sinfín de juegos más sin olvidar los
cupones de la ONCE y otras entidades, se encargan de saquear nuestros
maltrechos bolsillos; es la ilusión de todos los días, dicen algunos, y no
mienten pues quien más y quien menos ha pensado alguna vez en lo que haría si
le tocara el gordo.
Soñar
es gratis y ese sueño se repite una y otra vez en las mentes de los pobladores
de este planeta llamado Tierra; ilusos, mezquinos y soñadores, todos hemos
pasado alguna vez por ese trance esotérico en el cual, una serie de números mágicos
pueden cambiar nuestras vidas. En ocasiones jugar esos números, ese cupón o ese
décimo de lotería, se convierten en parte de nuestra rutina semanal y esperamos
ansiosos el día del sorteo como si de él dependiera nuestro futuro y muchas
veces así es.
Uno
hace cábalas con los dineros de un premio ficticio, los reparte en su cabeza
con diferentes destinos, piensa en los agujeros que taparía, en que los
invertiría, las cosas que compraría, la gente a la que ayudaría y de repente vuelves
a la realidad ¡ploff! no hay dineros que repartir y por tanto ni compras, ni
inviertes, ni ayudas a nadie. En ese momento anterior a que explote la ilusión
creada, te sientes exultante, generoso, feliz…pero luego vuelves a ser tú, con
tus problemas y tus facturas sin pagar, tus miserias se acrecientan y vuelven a
ser las protagonistas de tú vida.
Estás
comiendo en un restaurante y ves aparecer al lotero de turno con sus tiras de
décimos colgando en su pechera y en las manos tú posible salvación, se aproxima
a la mesa donde estás sentado y te pregunta ¿Cuánto debe? ¿Quiere lotería? Y tú
haces cálculos rápidos en la cabeza y sabes con cuanto te arreglarías así que te
dejas arrastrar y le compras uno, dos o más boletos pasando en ese momento aun
sin ser consciente de ello, a ser unos euros más pobre que cuando entraste en
el local.
Muchas
son las escenas ligadas a los juegos de azar, también el desesperado que tras
arruinarse en las mesas de juego acaba con su vida en los jardines que rodean
al lujoso casino, decisión trágica y romántica a la vez; mi amigo Pepe,
amputado del brazo derecho, me vende cupones de la ONCE, con él es tirar el
dinero y se lo digo ─joder Pepe perdiste el brazo de dar los premios y con el
que te queda no das ni las devoluciones─ pero le sigo comprando cada vez que lo
veo, uno que es flojo de espíritu y no pierde la esperanza en contra del
sentido común del que a veces dudo ser poseedor.
Cada
año empieza a venderse antes la lotería de navidad ¿no es de navidad? Entonces
qué coño hacemos comprando décimos a mitad de julio en un pueblo perdido del
interior; no nos conformamos con la administración de nuestro barrio no, en
nuestra obsesión por lucrarnos adquirimos fracciones de la suerte en lugares
remotos a nuestros lugares de origen; probablemente la navidad sean las fechas
donde más dinero tiramos en juegos de azar pues a los habituales, añadimos el
sorteo extraordinario del que compramos a diestro y siniestro sin reparar en
gastos. Luego llega el día del sorteo y como era de esperar, el premio o
premios pasan por nuestro lado con más pena que gloria y tenemos que
conformarnos con ver por televisión a los agraciados bajo una lluvia de fluidos dorados, frente a la
administración que les ha cambiado la vida.
Es
la suerte, caprichosa y pasajera, la que un día toca en el hombro y transforma
gentes y voluntades, crea expectativas y ayuda a cumplir sueños, soluciona
problemas y hace que aparezcan amistades desconocidas; las familias se unen
alrededor de la suerte, las enemistades aparentemente desaparecen y triunfa el
amor, todo es de color de rosa en torno al agraciado y hasta el banquero que
nos negó ese crédito nos visita y felicita con una sonrisa en los labios y la
mano tendida.
Yo
por si acaso un día llega y no pasa de largo, seguiré comprando lotería y otros
boletos variados, está claro que no saldremos de pobres pero ¿y si un día ves
aparecer esos números mágicos que repites una y otra vez en tú cabeza? Imagino
que en un primer momento debe darte un subidón, un ahogo u opresión pero luego
una vez bajado de nuevo al suelo, vaya responsabilidad, que dilema más bonito
organizar el destino de los dineros recibidos. Lo dicho al principio ¡soñar es
gratis!
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