Volver a empezar, una utopía al alcance de unos pocos,
desandar el camino y poder volver a iniciarlo exento de los errores cometidos
en el pasado, un imposible; si el hombre es el único animal que tropieza dos
veces con la misma piedra, quien nos dice que no volveríamos a caer en el mismo
bache, aun así nos convencemos a nosotros mismos de que todo sería diferente y
quizás lo fuera. Los años dan experiencia pero cada uno a de cometer sus
propios errores para adquirirla, no basta con ver los que cometen otros, hay
que sufrirlos en carne propia y tras lamentarse aprender, pero muchas veces ya
es tarde.
El exceso de confianza en la vida es un mal compañero de
viaje, fiar en otros tú destino a veces puede acabar truncándolo, llegando a un
punto de no retorno; el sol seguirá saliendo cada mañana pero para muchos sus
rayos no brillarán pues las brumas en que se habrán convertido sus vidas,
impedirán que estos lleguen a iluminar sus precarias existencias. Volver a
empezar, esa utopía con la que soñamos una y otra vez, nos recriminamos
nuestras torpezas, nuestras confianzas mal dadas, nuestra ceguera ante lo obvio,
pero la catarata ya es inoperable y la luz no volverá a nuestra vida.
En ese entorno de caos e impotencia uno despierta cada mañana
con el alma atormentada esperando nuevos acontecimientos, el camino andado está
escrito y nada puede borrarlo salvo la desintegración total, dado que esta no
va a llegar no queda más remedio que seguir dando pasos torpes con un destino
incierto. ¿Qué haría si volviera a empezar? Probablemente casi nada de lo
hecho, en principio todo debería ser nuevo tanto en las cosas como en la forma
de afrontarlas, uno aprendería aquello que no aprendió, iría allí donde no fue,
haría lo que no hizo y dejaría a un lado todo aquello que en la vida escrita lo
llevó a los abismos.
Forzamos la imaginación y por qué no empezar en otro país, en
otro continente; nueva vida, nueva ocupación, nuevas amistades, hacer tabla
rasa y empezar de cero, sin nadie que nos conozca, sin nadie que nos necesite o
nos espere, una nueva identidad. Quizás sin saberlo, la humanidad lleve miles
de años haciéndolo, reencarnándose los muertos en los vivos, trasladándose de
forma aleatoria por todo el globo terrestre, saltando por las diferentes razas
y clases sociales; dado que la energía ni se crea ni se destruye sino que se
transforma y puesto que nosotros somos energía, estamos sometidos a sus leyes y
por tanto cabe la posibilidad de que nuestra alma iónica una vez muertos, salte
a otro cuerpo en ciernes de ver la luz.
Aquel moreno de ojos negros y pelo rizado que ayer cayó
cruzando una calle bajo las ruedas de un autobús, hoy puede ser el niño rubio
de tres kilos y medio que exhala sus primeros llantos en la intimidad de un paritorio
y entre ambos puede existir todo un océano de por medio; el Einstein del
pasado, hoy puede estar sometido a la ingravidez de una nave espacial camino de
la Estación Internacional perdida en el cosmos mientras la secretaria con
andares rápidos, que va camino de su despacho a primera hora de la mañana, en
el pasado pudo ser una sacerdotisa del templo de Isis en el lejano Egipto.
El bombo seguirá girando, repartiendo cuerpos y destinos,
pero para entrar a formar parte de sus bolas del azar, deberemos antes
consumirnos en cenizas de las cuales nuestra energía saltará a otro proyecto
vital que esté a punto de iniciarse. Este azar que a veces hay que saber
buscarlo, repartirá familias, países y ocupaciones pero el resultado de la
línea de vida que cada uno inicie, dependerá en gran medida del protagonista de
la historia; nada está o debería estar escrito de antemano, el libro en blanco
deberá ir llenando sus páginas con la andadura personal, al llegar a su epílogo
el resultado podrá ser más o menos gratificante pero la novela de nuestra vida
ya estará escrita y nada de lo pasado podrá borrarse.
Uno a veces repasa el libro de su vida, busca capítulos
concretos de esta y piensa en lo que habría ocurrido si en vez de hacer esto
hubiera hecho lo otro, si en vez de
decir una cosa hubiera dicho otra, si en vez de ir a un sitio hubiera ido a
otro…; nunca sabremos las respuestas pero elucubramos sobre ellas y muchas
veces creemos que siempre habría sido mejor no obstante, arrepentirse de lo
hecho es muchas veces mejor que haberse quedado con la duda de su resultado en
caso de no hacerlo, sea como sea lo hecho, hecho está y ya no tiene vuelta atrás
por tanto hay que apechugar con las consecuencias, aunque en ello nos vaya la
vida.
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