sábado, 14 de diciembre de 2013

DESANDAR EL CAMINO

Volver a empezar, una utopía al alcance de unos pocos, desandar el camino y poder volver a iniciarlo exento de los errores cometidos en el pasado, un imposible; si el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, quien nos dice que no volveríamos a caer en el mismo bache, aun así nos convencemos a nosotros mismos de que todo sería diferente y quizás lo fuera. Los años dan experiencia pero cada uno a de cometer sus propios errores para adquirirla, no basta con ver los que cometen otros, hay que sufrirlos en carne propia y tras lamentarse aprender, pero muchas veces ya es tarde.

El exceso de confianza en la vida es un mal compañero de viaje, fiar en otros tú destino a veces puede acabar truncándolo, llegando a un punto de no retorno; el sol seguirá saliendo cada mañana pero para muchos sus rayos no brillarán pues las brumas en que se habrán convertido sus vidas, impedirán que estos lleguen a iluminar sus precarias existencias. Volver a empezar, esa utopía con la que soñamos una y otra vez, nos recriminamos nuestras torpezas, nuestras confianzas mal dadas, nuestra ceguera ante lo obvio, pero la catarata ya es inoperable y la luz no volverá a nuestra vida.

En ese entorno de caos e impotencia uno despierta cada mañana con el alma atormentada esperando nuevos acontecimientos, el camino andado está escrito y nada puede borrarlo salvo la desintegración total, dado que esta no va a llegar no queda más remedio que seguir dando pasos torpes con un destino incierto. ¿Qué haría si volviera a empezar? Probablemente casi nada de lo hecho, en principio todo debería ser nuevo tanto en las cosas como en la forma de afrontarlas, uno aprendería aquello que no aprendió, iría allí donde no fue, haría lo que no hizo y dejaría a un lado todo aquello que en la vida escrita lo llevó a los abismos.

Forzamos la imaginación y por qué no empezar en otro país, en otro continente; nueva vida, nueva ocupación, nuevas amistades, hacer tabla rasa y empezar de cero, sin nadie que nos conozca, sin nadie que nos necesite o nos espere, una nueva identidad. Quizás sin saberlo, la humanidad lleve miles de años haciéndolo, reencarnándose los muertos en los vivos, trasladándose de forma aleatoria por todo el globo terrestre, saltando por las diferentes razas y clases sociales; dado que la energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma y puesto que nosotros somos energía, estamos sometidos a sus leyes y por tanto cabe la posibilidad de que nuestra alma iónica una vez muertos, salte a otro cuerpo en ciernes de ver la luz.

Aquel moreno de ojos negros y pelo rizado que ayer cayó cruzando una calle bajo las ruedas de un autobús, hoy puede ser el niño rubio de tres kilos y medio que exhala sus primeros llantos en la intimidad de un paritorio y entre ambos puede existir todo un océano de por medio; el Einstein del pasado, hoy puede estar sometido a la ingravidez de una nave espacial camino de la Estación Internacional perdida en el cosmos mientras la secretaria con andares rápidos, que va camino de su despacho a primera hora de la mañana, en el pasado pudo ser una sacerdotisa del templo de Isis en el lejano Egipto.

El bombo seguirá girando, repartiendo cuerpos y destinos, pero para entrar a formar parte de sus bolas del azar, deberemos antes consumirnos en cenizas de las cuales nuestra energía saltará a otro proyecto vital que esté a punto de iniciarse. Este azar que a veces hay que saber buscarlo, repartirá familias, países y ocupaciones pero el resultado de la línea de vida que cada uno inicie, dependerá en gran medida del protagonista de la historia; nada está o debería estar escrito de antemano, el libro en blanco deberá ir llenando sus páginas con la andadura personal, al llegar a su epílogo el resultado podrá ser más o menos gratificante pero la novela de nuestra vida ya estará escrita y nada de lo pasado podrá borrarse.


Uno a veces repasa el libro de su vida, busca capítulos concretos de esta y piensa en lo que habría ocurrido si en vez de hacer esto hubiera hecho lo  otro, si en vez de decir una cosa hubiera dicho otra, si en vez de ir a un sitio hubiera ido a otro…; nunca sabremos las respuestas pero elucubramos sobre ellas y muchas veces creemos que siempre habría sido mejor no obstante, arrepentirse de lo hecho es muchas veces mejor que haberse quedado con la duda de su resultado en caso de no hacerlo, sea como sea lo hecho, hecho está y ya no tiene vuelta atrás por tanto hay que apechugar con las consecuencias, aunque en ello nos vaya la vida.

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