sábado, 28 de diciembre de 2013

EL AÑO QUE SE VA

Caen los últimos dígitos del calendario, el último mes toca a su fin y es hora de hacer balance. La misma novela anual tendrá infinitos desenlaces según quien sea el autor que la escriba, los mismos doce meses habrán sido muy diferentes en los cientos de miles de hogares distribuidos por todo el país y la lectura de ese periodo de tiempo tendrá finales muy distintos según quien relate su recorrido.

Como cada año iniciamos enero cargados de esperanzas y propósitos muchos de ellos inviables de antemano, uno espera mejorar lo pasado y anhela encontrar en el nuevo año lo que perdió o nunca tuvo, se marca renuncias a vicios y hábitos mal adquiridos. Nunca es tarde para cambiar, tomar otro rumbo siempre es posible pero muchas veces ese cambio tan solo queda en intención, en anhelo, en propósito incumplido; así pues echando la vista atrás uno analiza el calendario vencido y saca conclusiones.

Uno puede retrotraerse a los primeros días del enero pasado y recordar las cosas que quiso hacer y que quedaron nuevamente en el tintero como proyectos de futuro, recordar aquel viaje irrealizado o el curso de inglés no iniciado, visionar aquella cajetilla de cigarrillos tan solo abandonada por unas semanas o el presumible cambio de aptitud frente a ciertas cosas o personas; uno observa desde la distancia todos aquellos proyectos no culminados y se propone volver a intentarlo.

El año da sus últimos coletazos y en su ocaso nos recuerda sus alegrías y penurias, sus éxitos y fracasos, sus sorpresas y desilusiones, también nos confirma hechos esperados, debacles no controlados, pérdidas irreparables. Doce meses dan para mucho sin embargo vistos desde la distancia pasan en un suspiro, casi no dan tiempo para reaccionar y muchas veces el toro de la vida nos pilla y nos arrastra en su carrera desenfrenada y loca.

Hoy aquí, a escasas horas para que acabe un nuevo ciclo de doce meses, miramos hacia el futuro y deseamos que todo el lastre haya quedado atrás, quemamos nuestras naves y confiamos iniciar una nueva etapa en la que el sol luzca cada mañana y sus rayos ahuyenten los malos augurios, confiamos en remontar la cuesta por la que caímos a los infiernos en meses pasados, esperamos ver la luz que nos guíe por senderos seguros y protegidos de las injerencias externas que nos llevaron en el pasado cercano a extraviarnos y sucumbir.

Es posible que el año haya ido bien y por tanto uno se conforme con repetir, más de lo mismo muchas veces es toda una bendición, todo un logro al que asirnos con uñas y dientes, saber apreciar lo que se tiene y aún más importante, conseguir defenderlo, ya es de por si todo un éxito digno de elogio pero por desgracia muchas veces no va a depender de nosotros. Somos tan solo un engranaje de la maquina vital, un peón sobre el tablero de la vida y muchas veces el juego así como su desenlace escapan a nuestro control.

El año concluye y con él quemamos una etapa más de nuestro recorrido terrenal, una etapa que buena o mala ya nunca volverá; nuevas expectativas se abren ante nosotros, nuevas oportunidades y proyectos se cruzarán en nuestro camino, saberlas aprovechar o eludirlas será todo un reto, acertar una habilidad o ser tocados por la diosa fortuna que reparte sus parabienes de manera caprichosa e impredecible.


El reloj tocará las doce campanadas y con ellas una nueva página en blanco se abrirá ante nosotros, una página de doce meses, de trescientos sesenta y cinco días que empezarán a descontarse con esa última campanada, días que nos traerán sorpresas y sobresaltos, alegrías y amarguras, emociones y desilusiones, algunos se nos harán largos, otros volarán como el viento, traerán estrés, ansiedad o sosiego, a lo largo de esos doce meses viviremos lo esperado y lo inesperado, seremos felices o desgraciados pero con cada día que pase iremos llenando nuestro libro de la vida y lo que en él vaya quedando escrito ya nadie lo podrá cambiar.

sábado, 21 de diciembre de 2013

LOTERÍA CAPRICHOSA

Iluso aquel que espere ser agraciado por la diosa fortuna, tiene más posibilidades de desarrollar un cáncer maligno; aun así semana tras semana dejamos perder nuestros euros llenando las arcas del estado con los juegos de azar. Primitiva, quinielas, euromillones, lotería y un sinfín de juegos más sin olvidar los cupones de la ONCE y otras entidades, se encargan de saquear nuestros maltrechos bolsillos; es la ilusión de todos los días, dicen algunos, y no mienten pues quien más y quien menos ha pensado alguna vez en lo que haría si le tocara el gordo.

Soñar es gratis y ese sueño se repite una y otra vez en las mentes de los pobladores de este planeta llamado Tierra; ilusos, mezquinos y soñadores, todos hemos pasado alguna vez por ese trance esotérico en el cual, una serie de números mágicos pueden cambiar nuestras vidas. En ocasiones jugar esos números, ese cupón o ese décimo de lotería, se convierten en parte de nuestra rutina semanal y esperamos ansiosos el día del sorteo como si de él dependiera nuestro futuro y muchas veces así es.


Uno hace cábalas con los dineros de un premio ficticio, los reparte en su cabeza con diferentes destinos, piensa en los agujeros que taparía, en que los invertiría, las cosas que compraría, la gente a la que ayudaría y de repente vuelves a la realidad ¡ploff! no hay dineros que repartir y por tanto ni compras, ni inviertes, ni ayudas a nadie. En ese momento anterior a que explote la ilusión creada, te sientes exultante, generoso, feliz…pero luego vuelves a ser tú, con tus problemas y tus facturas sin pagar, tus miserias se acrecientan y vuelven a ser las protagonistas de tú vida.

Estás comiendo en un restaurante y ves aparecer al lotero de turno con sus tiras de décimos colgando en su pechera y en las manos tú posible salvación, se aproxima a la mesa donde estás sentado y te pregunta ¿Cuánto debe? ¿Quiere lotería? Y tú haces cálculos rápidos en la cabeza y sabes con cuanto te arreglarías así que te dejas arrastrar y le compras uno, dos o más boletos pasando en ese momento aun sin ser consciente de ello, a ser unos euros más pobre que cuando entraste en el local.

Muchas son las escenas ligadas a los juegos de azar, también el desesperado que tras arruinarse en las mesas de juego acaba con su vida en los jardines que rodean al lujoso casino, decisión trágica y romántica a la vez; mi amigo Pepe, amputado del brazo derecho, me vende cupones de la ONCE, con él es tirar el dinero y se lo digo ─joder Pepe perdiste el brazo de dar los premios y con el que te queda no das ni las devoluciones─ pero le sigo comprando cada vez que lo veo, uno que es flojo de espíritu y no pierde la esperanza en contra del sentido común del que a veces dudo ser poseedor.

Cada año empieza a venderse antes la lotería de navidad ¿no es de navidad? Entonces qué coño hacemos comprando décimos a mitad de julio en un pueblo perdido del interior; no nos conformamos con la administración de nuestro barrio no, en nuestra obsesión por lucrarnos adquirimos fracciones de la suerte en lugares remotos a nuestros lugares de origen; probablemente la navidad sean las fechas donde más dinero tiramos en juegos de azar pues a los habituales, añadimos el sorteo extraordinario del que compramos a diestro y siniestro sin reparar en gastos. Luego llega el día del sorteo y como era de esperar, el premio o premios pasan por nuestro lado con más pena que gloria y tenemos que conformarnos con ver por televisión a los agraciados bajo una  lluvia de fluidos dorados, frente a la administración que les ha cambiado la vida.


Es la suerte, caprichosa y pasajera, la que un día toca en el hombro y transforma gentes y voluntades, crea expectativas y ayuda a cumplir sueños, soluciona problemas y hace que aparezcan amistades desconocidas; las familias se unen alrededor de la suerte, las enemistades aparentemente desaparecen y triunfa el amor, todo es de color de rosa en torno al agraciado y hasta el banquero que nos negó ese crédito nos visita y felicita con una sonrisa en los labios y la mano tendida.


Yo por si acaso un día llega y no pasa de largo, seguiré comprando lotería y otros boletos variados, está claro que no saldremos de pobres pero ¿y si un día ves aparecer esos números mágicos que repites una y otra vez en tú cabeza? Imagino que en un primer momento debe darte un subidón, un ahogo u opresión pero luego una vez bajado de nuevo al suelo, vaya responsabilidad, que dilema más bonito organizar el destino de los dineros recibidos. Lo dicho al principio ¡soñar es gratis!

sábado, 14 de diciembre de 2013

DESANDAR EL CAMINO

Volver a empezar, una utopía al alcance de unos pocos, desandar el camino y poder volver a iniciarlo exento de los errores cometidos en el pasado, un imposible; si el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra, quien nos dice que no volveríamos a caer en el mismo bache, aun así nos convencemos a nosotros mismos de que todo sería diferente y quizás lo fuera. Los años dan experiencia pero cada uno a de cometer sus propios errores para adquirirla, no basta con ver los que cometen otros, hay que sufrirlos en carne propia y tras lamentarse aprender, pero muchas veces ya es tarde.

El exceso de confianza en la vida es un mal compañero de viaje, fiar en otros tú destino a veces puede acabar truncándolo, llegando a un punto de no retorno; el sol seguirá saliendo cada mañana pero para muchos sus rayos no brillarán pues las brumas en que se habrán convertido sus vidas, impedirán que estos lleguen a iluminar sus precarias existencias. Volver a empezar, esa utopía con la que soñamos una y otra vez, nos recriminamos nuestras torpezas, nuestras confianzas mal dadas, nuestra ceguera ante lo obvio, pero la catarata ya es inoperable y la luz no volverá a nuestra vida.

En ese entorno de caos e impotencia uno despierta cada mañana con el alma atormentada esperando nuevos acontecimientos, el camino andado está escrito y nada puede borrarlo salvo la desintegración total, dado que esta no va a llegar no queda más remedio que seguir dando pasos torpes con un destino incierto. ¿Qué haría si volviera a empezar? Probablemente casi nada de lo hecho, en principio todo debería ser nuevo tanto en las cosas como en la forma de afrontarlas, uno aprendería aquello que no aprendió, iría allí donde no fue, haría lo que no hizo y dejaría a un lado todo aquello que en la vida escrita lo llevó a los abismos.

Forzamos la imaginación y por qué no empezar en otro país, en otro continente; nueva vida, nueva ocupación, nuevas amistades, hacer tabla rasa y empezar de cero, sin nadie que nos conozca, sin nadie que nos necesite o nos espere, una nueva identidad. Quizás sin saberlo, la humanidad lleve miles de años haciéndolo, reencarnándose los muertos en los vivos, trasladándose de forma aleatoria por todo el globo terrestre, saltando por las diferentes razas y clases sociales; dado que la energía ni se crea ni se destruye sino que se transforma y puesto que nosotros somos energía, estamos sometidos a sus leyes y por tanto cabe la posibilidad de que nuestra alma iónica una vez muertos, salte a otro cuerpo en ciernes de ver la luz.

Aquel moreno de ojos negros y pelo rizado que ayer cayó cruzando una calle bajo las ruedas de un autobús, hoy puede ser el niño rubio de tres kilos y medio que exhala sus primeros llantos en la intimidad de un paritorio y entre ambos puede existir todo un océano de por medio; el Einstein del pasado, hoy puede estar sometido a la ingravidez de una nave espacial camino de la Estación Internacional perdida en el cosmos mientras la secretaria con andares rápidos, que va camino de su despacho a primera hora de la mañana, en el pasado pudo ser una sacerdotisa del templo de Isis en el lejano Egipto.

El bombo seguirá girando, repartiendo cuerpos y destinos, pero para entrar a formar parte de sus bolas del azar, deberemos antes consumirnos en cenizas de las cuales nuestra energía saltará a otro proyecto vital que esté a punto de iniciarse. Este azar que a veces hay que saber buscarlo, repartirá familias, países y ocupaciones pero el resultado de la línea de vida que cada uno inicie, dependerá en gran medida del protagonista de la historia; nada está o debería estar escrito de antemano, el libro en blanco deberá ir llenando sus páginas con la andadura personal, al llegar a su epílogo el resultado podrá ser más o menos gratificante pero la novela de nuestra vida ya estará escrita y nada de lo pasado podrá borrarse.


Uno a veces repasa el libro de su vida, busca capítulos concretos de esta y piensa en lo que habría ocurrido si en vez de hacer esto hubiera hecho lo  otro, si en vez de decir una cosa hubiera dicho otra, si en vez de ir a un sitio hubiera ido a otro…; nunca sabremos las respuestas pero elucubramos sobre ellas y muchas veces creemos que siempre habría sido mejor no obstante, arrepentirse de lo hecho es muchas veces mejor que haberse quedado con la duda de su resultado en caso de no hacerlo, sea como sea lo hecho, hecho está y ya no tiene vuelta atrás por tanto hay que apechugar con las consecuencias, aunque en ello nos vaya la vida.

sábado, 7 de diciembre de 2013

LABIOS ESQUIVOS

Corrían los últimos años de Zapatero cuando…
Un año más tocaba su fin, en los últimos doce meses nada había cambiado, claro está que la crisis económica que azotaba al país seguía su curso maléfico dejando muchas víctimas a su paso, las expectativas no auguraban grandes mejorías a corto plazo por lo que el año que iba a comenzar se presentaba lleno de incertidumbres. El comercio veía con preocupación que la cosa no remontaba y a esto tenía que añadirse una subida de impuestos como parte de las medidas de ajuste impuestas por el gobierno; el paro había alcanzado cifras preocupantes lanzando al país a la cabeza de Europa en este indeseado ranking, miles de empresas habían caído en los últimos años destruyéndose el tejido industrial que arrastrado por el estallido de la burbuja inmobiliaria, se extendía sin freno por cada rincón del estado como si fuera una mancha de aceite, engullendo el trabajo de  muchas décadas, acabando con las ilusiones de muchos, destruyendo las esperanzas de otros tantos que no veían la forma de salir del pozo en el que estaban hundiéndose a marchas forzadas.
La población deseaba algún cambio que les hiciera recobrar esa esperanza perdida, esa ilusión esfumada en poco más de dos años, existía un cansancio generalizado ante los continuos despropósitos del gobierno que un día decía una cosa y al siguiente la contraria desbordado por unas circunstancias que no había sabido gestionar, la legislatura veía su fin próximo y un cambio de gobierno se esperaba como agua de mayo, en él se depositaban las esperanzas de medidas que hicieran reflotar el barco pero eso aún estaba por llegar. Los tiempos de conquistas y expansión quedaban lejos, muchos años atrás lo que fue un triunfo ahora se convertía en un gran fracaso y los descendientes de aquellos que los consiguieron, hoy sucumbían de manera inexorable arrastrando tras de sí todo lo logrado durante aquellos años.
Inmerso en ese caos socioeconómico se disponía a pasar las fiestas navideñas, unas más; ante él se presentaban comidas y cenas de empresa, reuniones familiares y con amigos, compromisos, compra de regalos y estrenas a los más jóvenes, unas fiestas más donde reinaba una alegría artificial deslumbrada por miles de luces de colores, cánticos entrañables y falsas sonrisas. Un año más cruzaría unas palabras desenfadadas con ella en alguna de esas rituales reuniones, vería una sonrisa aflorar en sus labios y miraría de frente sus ojos negros recordándole un pasado lejano que en ella nunca dejó huella; siempre esperaba la despedida con la esperanza de rozar sus labios en un fugaz  beso de compromiso pero estos, siempre esquivos, quedaban a varios centímetros de su boca dejando en el aire el ansiado y suave contacto.
Entre las brumas de su mente aún veía sus abrazos y su espalda desnuda moviéndose junto a él, aquellos labios que ahora lo esquivaban en su día recorrieron toda su piel fundiéndose en un mismo cuerpo, aquellos encuentros largamente esperados fueron breves regalos que la vida tuvo a bien ofrecerle cuando ya no los esperaba aun a costa de una infidelidad. La vida siguió su curso y sus caminos aun próximos, no volvieron a cruzarse salvo en esos instantes de compromiso cada final de año.
El tiempo actuaba como capa protectora y año tras año, aquellas noches lejanas fueron perdiendo la luz en su recuerdo, las imágenes antaño claras y reales, ahora se desdibujaban haciendo perder nitidez a sus contornos,  siendo estos sustituidos por sombras inciertas. La práctica del recuerdo hace mucho que perdió interés y con la inactividad neuronal, aquellos momentos se fueron volatilizando poco a poco dejando quizás su impronta en el subconsciente de un alma atormentada; ella deambuló por la vida sin un amor conocido, él por su parte nunca consiguió olvidarla y siempre la tuvo muy presente durante el resto de sus días.
Durante un tiempo aquel muchacho tuvo esperanzas y fue perseverante, cada día pensaba que ese sería el elegido, ese día ocurriría algo que haría cambiar aquella relación interrumpida hace años por el azar de la fortuna pero nunca ocurrió, los años fueron pasando y la chispa en vez de volver a encender la antorcha acabó apagándose en la soledad del olvido. Ella siguió su vida y él la suya, lejos en mente pero próximos en la distancia; el país continuó con su debacle particular a la espera de un horizonte en el que resurgir con fuerza, dando respuesta a todas las voces que durante años habían reclamado justicia, derechos, trabajo y un estado de bienestar perdido por causas inexplicables.
Aquellos labios seguirían siendo esquivos, indiferentes, fríos, pero en un rincón de su memoria aun conservaría la calidez de sus  besos, la suavidad de su piel, la dulzura de sus caricias y el susurro de sus voces cada vez que se amaron en aquella habitación mal iluminada. Ella fue su amor platónico, mucho más tarde se convirtió en real y con el tiempo este pasó a ser un bonito recuerdo.

Llegaron las elecciones, el gobierno cambio como casi todos querían y el país se hundió en los abismos del averno arrastrando con él las esperanzas de muchos que vieron sus logros volatilizarse en un visto y no visto, todo iba a la deriva arrastrado por un vendaval socioeconómico sin precedentes  dejando en el aire más incertidumbre, dolor y un desconsuelo generalizado.