domingo, 20 de agosto de 2017

LAS IMPRUDENCIAS SE PAGAN

Uno piensa que la cosa no va con él, cree erróneamente estar exento de riesgos y que esas cosas que uno lee o escucha en los medios siempre le ocurren a otros; se siente protegido por un algo difícil de explicar y llegado el caso, sería capaz de sortear la adversidad y salir ileso del percance. En otros casos ni siquiera piensa en la existencia de amenazas en el entorno en que se mueve, sobrevalorando las capacidades que cree poseer para hacer frente a cualquier imprevisto.

En lo que llevamos de año en España rondamos las 350 muertes por ahogamiento, un 15% más que en 2016, en otras circunstancias no me llamaría la atención este suceso puesto que mi contacto con el agua no va más allá de la mera higiene personal y salvo que venga un tsunami imagino palmaré de otra cosa ajena al tema hídrico, pero la otra tarde tuve ocasión de vivir la tragedia de cerca y eso me hizo reflexionar.


Lo que me llamó la atención no fueron los dos cadáveres tendidos en la arena frente a mi uno a pocos metros del otro tapados con las clásicas sábanas térmicas, pues en el pasado ya vi unos cuantos en otras circunstancias, lo curioso del cuadro era ver a la gente pasando junto a ellos intentando disimular que los miraban, también la impasividad de las terrazas cercanas ajenas al macabro suceso en donde las gentes parloteaban y reían disfrutando de sus refrescos o la concentración de salseros un centenar de metros más allá celebrando su reunión anual indiferentes al ocaso de aquellos dos bañistas.


Allí tendidos al atardecer acabaron las vidas de una pareja de mediana edad que pocas horas antes tan solo pensaban en pasar una agradable tarde en la playa, el mar estaba movido y había corrientes, los servicios de socorristas habían terminado su turno y la franja de costa quedaba a merced del sentido común de los bañistas, esos que piensan que a ellos no les puede pasar nada pero que no son conscientes de que una vez pones un pie en el agua… ya has comprado un boleto de lotería. Y la cifra de 350 ahogados seguirá aumentando.

sábado, 12 de agosto de 2017

EL FINAL DEL CAMINO

Echando la vista atrás uno puede observar el camino recorrido, la senda iniciada cuando vemos la luz por primera vez puede tener mil matices y colores, unos tramos pueden ser claros y alegres, en otros en cambio predominarán los tonos grises y oscuros; con cada pincelada habremos ido avanzando por un recorrido vital de final incierto y a lo largo de este, el final del camino puede ser imprevisible e inesperado.

Hay quien nace con una vida programada, los menos, ya desde sus primeros pasos tienen marcado el camino por cuestiones de abolengo, economía o lugar de nacimiento pues hacerlo en Manhattan o en la selva amazónica marca a priori, gran parte del camino. La mayoría nacen en el convencimiento de poder gestionar sus propias vidas, antes o después salen del error haciendo lo que su entorno les permite hacer y casi siempre muy lejos de lo que les hubiera gustado hacer.

El mero hecho de poder hacer ya es un privilegio para muchos pues los hay que sometidos a sus circunstancias, nunca conseguirán incorporarse a un rol cuanto menos digno. La primera parte del camino suele ser en subida, madurando, intentando alcanzar metas, posicionándonos, estableciendo las bases para un futuro… muchos nunca llegarán a conseguirlo; más tarde una etapa de meseta de duración variable nos permite desarrollar una u otra actividad de manera más estable en el mejor de los casos para dar paso en un momento dado, al inicio del declive personal y orgánico.

Gestionar ese declive muchas veces es difícil, las fuerzas ya no acompañan y el ánimo a estas alturas de la vida a veces anda muy mermado aun así esos días grises estarán ahí, han llegado para quedarse, y tras ellos veremos aparecer por el retrovisor el inicio del último viaje, ese para el que nadie está preparado y del que nadie regresa nunca.


Así pues con la perspectiva que da el paso del tiempo y conociendo lo andado hasta este  momento, uno puede hacer balance de resultados sin tener que esperar al último momento; con un 60% o 70% del camino recorrido las cartas están boca arriba y a nadie ya se puede engañar, mucho menos a uno miso que siendo protagonista del camino sabe lo que ha acontecido durante su andadura.

La revisión del balance tan solo nos sirve para nuestros adentros, recordar lo pasado tan solo ilumina fugazmente nuestra materia gris y en ocasiones la enturbia, así pues y dado que lo recorrido no puede desandarse, la película de nuestra vida y los hechos en ella ocurridos, son tan solo una partícula más en ese cosmos que llamamos historia de la humanidad.

sábado, 5 de agosto de 2017

MAÑANAS DE AMOR

Empezó como un juego. Aquellas mañanas en las que ella venía por casa eran esperadas por él de manera especial; siempre imaginaba como llegaría vestida ese día aun a sabiendas de que unos pantalones ajustados eran fijos en su indumentaria. Nunca la había visto con faldas o vestidos pero intuía que cuando los llevara causaría sensación, quizás era una apreciación un tanto exagerada no obstante el no haber tenido nunca la oportunidad de comprobarlo le llevaba a idealizar tal situación. De manera sutil cada mañana él la hacía partícipe de la impresión que le causaba, casi siempre elogiando la elección de su atuendo a lo que ella siempre apostillaba con algún pero o defecto ficticio; era su forma de contrarrestar sus piropos subliminales.

Él no se cansaba de mirarla y ella se dejaba mirar aun haciendo como que no se daba cuenta, sabía de la atracción que ejercía sobre él y le gustaba aquella situación de hecho, últimamente tardaba más de la cuenta en elegir el vestuario que se ponía los días que iban a verse y aunque la situación no lo requería, también prestaba una atención especial en la elección de su ropa íntima. Una mañana más ella llegó puntual a su cita, el ceremonial se repetía cada día siguiendo un protocolo no escrito que ella conocía bien, él ansiaba rodearla con sus brazos y darle los buenos días.

Su juego de curvas lo tenía hipnotizado; caderas, pechos, muslos y cintura, aquel cuerpo era un prodigio arquitectónico que difícilmente pasaba inadvertido y tenerlo moviéndose a su alrededor lo sumía en un éxtasis de sensaciones continuas y cada vez más difíciles de controlar. Le gustaba aquella mujer y su deseo por ella había ido aumentando en los últimos tiempos de manera incontrolada aun a sabiendas de la no conveniencia de sobrepasar el límite que había entre ellos.

Sus chaquetas de cuero le daban un punto rebelde, a lo que contribuía en gran medida una melena desigual en la cual una mecha siempre le cruzaba la frente como parte de su look particular; ese aire desenfadado pero bien estudiado, lo ponía a tope y su imagen en conjunto estaba grabada a fuego dentro de su cabeza sin poder desprenderse de ella un solo instante.

Llegaba cada mañana a la misma hora, él la esperaba ansioso por verla una vez más, envuelto en una sábana preparaba el primer café del día haciendo tiempo para que ella hiciera su aparición en el video portero. En las últimas semanas la relación entre ambos había cambiado y sus contactos iban más allá; una vez en casa y tras quitase la chaqueta se abrazaba a él buscando el calor de su cuerpo al tiempo que sus labios se fundían en un largo beso de buenos días. Él la apretaba contra si notando sus pechos en contacto con su torso desnudo mientras sus manos recorrían su espalda, su cintura, bajando hacia sus nalgas de diosa prisioneras de unos jeans muy ajustados; ese primer abrazo del día sabía a gloria y muchas veces era el preludio de una mañana caliente.

Esa noche la había soñado descarada y atrevida, como una gata en celo loca de amor lo poseía del mil maneras y él se dejaba hacer controlando sus embestidas al ritmo que ella marcaba; ambos sabían cómo prolongar la llegada del clímax pero ella era una maestra en los preámbulos hasta llegar a él. Jadeos, gemidos, gruñidos y algún grito salían de sus gargantas a medida que sus cuerpos se entregaban en una amalgama de pieles calientes y húmedas; sus manos acariciaban, exploraban, presionaban o se introducían en el otro buscando el placer mutuo sin límites ni líneas rojas, todo estaba permitido en aquel campo de batalla en donde el amor a través de un sexo desinhibido siempre salía vencedor.


Aquel martes llegó temprano, él  aún estaba en la cama y como el último día se  había llevado llaves no necesitó llamar; hacía tres meses que su relación había empezado a consolidarse y ella venía dispuesta a celebrarlo a pesar de lo intempestivo de la hora, tenía toda la mañana para cumplir su deseo y no pensaba dejarlo salir de la cama. Tras despojarse de su cazadora y colgar el bolso en un perchero entró en su habitación, él la miró desde la cama con una sonrisa viendo como esta empezaba a desabrochar los botones de sus jeans devolviéndole la sonrisa.

Una vez liberada de aquellos ajustados pantalones la camisa entreabierta le llegaba a mitad de los muslos, por debajo de esta sus largas piernas pálidas como la nieve mostraban unos contornos perfectos acabando dentro de unos calcetines azules, su larga melena de pelo muy liso castaño oscuro le caía sobre los hombros cubriéndole media espalda, le encantaba aquel pelo de corte desigual cuya textura era como la seda, verla con el alborotado cruzándole la cara le daba un atractivo arrebatador, el mismo que tenía en esos momentos.

Acabó de quitarse la camisa y en dos zancadas de sus largas piernas se plantó junto él que ya la esperaba con las sábanas abiertas, ver aquel cuerpo de porcelana cubierto tan solo por un conjunto de ropa interior color café resaltando su piel clara lo ponía a cien; ágil como una pantera saltó sobre la cama acurrucándose junto a él al tiempo que buscaba sus labios para sellar un prometedor buenos días.


Así eran sus mañanas de amor, las esperaba ansioso y las disfrutaba sin límites entregando su cuerpo y recibiendo el de ella, dando rienda suelta a la pasión que ambos sentían.