Echo la vista por encima de mi hombro y no reconozco nada de
lo que quedó atrás, los pasos dados no dejaron huella y el camino fue tantas
veces equivocado…; todos hemos pensado alguna vez en las cosas que nos gustaría
hacer, los sitios a donde querríamos ir, las personas con quien nos apetecería
estar, nuestra cabeza da para albergar muchos deseos que quizás nunca veamos
cumplidos. Uno, en sus momentos de soledad, elucubra sobre fantasías difícilmente
realizables, aun así las repite una y otra vez dentro de su cabeza,
refugiándose en ellas escapando de la realidad; quien no ha pensado alguna vez
lo que haría con el premio de una lotería aun siendo conscientes de que nunca
nos tocará, esos sueños imposibles se hacen realidad por un momento dentro de
cada uno de nosotros y con ellos envolviéndonos en una ficticia realidad, nos
sentimos otros.
Uno se ve pisando otros lugares, aquellas playas añoradas
tantas veces vistas en documentales o subiendo montañas imposibles en países
remotos donde apenas ha llegado la civilización tal y como la entendemos, uno
viaja al fondo de los mares mimetizándose con anémonas y corales, descubriendo
pecios olvidados, bailando con delfines y por momentos arropado por bellas
sirenas de largas cabelleras y vigorosas colas plateadas. Con la mente no
encontramos límites y a través de ella hacemos lo imposible pues nada exige
coherencia y fundamentos; las cosas más inverosímiles que puedan antojársenos
se hacen realidad dentro de nuestra cabeza y por unos momentos somos libres;
libres de responsabilidades, de compromisos, de contratos y vencimientos,
libres de aparentar quienes no somos ni nunca quisimos ser, libres de mostrar
afectos fingidos, de dar falsos besos, mostrar falsas sonrisas o fundirnos en
hipócritas abrazos. En nuestros sueños estamos libres de hacer todo aquello que
no somos ni sentimos y por tanto en ellos, podemos comportarnos como otros, ni
mejores ni peores, tan solo distintos.
De vuelta a la realidad uno pisa la calle tantas veces pisada
y nada atractivo percibe a su alrededor, vuelve a ser un autómata en manos de
una sociedad caótica de la que quisiera escapar y no puede; las mismas paredes,
los mismos rostros, los mismos conflictos llenan nuestro día a día y en él nos
empequeñecemos y perdemos protagonismo. Las jornadas se suceden una tras otra
sin nada especial que nos haga recordar ese día, cada uno a lo suyo ajeno al
mundo que le rodea pues su campo de actuación es reducido, un horario que
cumplir y de vuelta a casa, llenar el depósito, hacer un descanso y listos para
empezar un nuevo ciclo de arduo trabajo. Llega el ansiado fin de semana y en el
mejor de los casos uno tiene un rato para él o ella, raro es no tener algún
compromiso familiar o social que nos robe nuestro preciado y esperado tiempo de
asueto, hay que cumplir, vivimos en sociedad y uno recuerda en esos momentos
los lugares idílicos vistos en televisión o en alguna revista, oye al joven que
un día se fue a ver mundo y desde un país lejano nos cuenta sus experiencias…y
vuelves a soñar despierto.
Los castillos de humo se mantienen en el aire hasta que una
ráfaga de viento se los lleva devolviéndonos a nuestra vida cotidiana, volvemos
a ver a la suegra o a ese yerno que nos cae mal, al jefe que nos machaca con exigencias o al compañero
pelota donde los haya, abrimos el buzón sin interés para recoger un puñado de
propaganda mezclada con las facturas que nos agobian, vuelve la lucha con el
vecino que no paga la comunidad, sales a la calle y debes ir sorteando heces
caninas que algún irresponsable ha evitado recoger, y cuando crees estar a
salvo de tan pestilente materia fecal vas y pisas una viscosa goma de mascar
escupida por algún mocoso a medio educar. Los nervios se van crispando, no ves
salida al odio que se va gestando en tú interior y al final explotas, y lo
haces muchas veces con quien no se lo merece pero es quien tienes a mano,
él o ella soportan tú rabia, tú
impotencia y tus arranques de mal genio.
La vida es puro humo que alguien se está fumando y de la que
al final tan solo quedan las cenizas, en ese humo unas veces claro, otras
oscuro y denso, en ocasiones aromático o tal vez maloliente, vamos gestionando nuestra
andadura más o menos acertada. Soñar es gratis y hacerlo nos permite muchas
veces vivir una vida paralela, ficticia pero gratificante, por un tiempo
desconectamos de la realidad, nos evadimos de las cargas impuestas por la
sociedad en que nos ha tocado vivir; sin límites somos dioses en nuestro mundo
interior por tanto os invito a reinar de vez en cuando, para este tipo de
reinado no se precisa equipaje, ni palacios, ni súbditos, tan solo imaginación
y ganas de ser libre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario