sábado, 8 de febrero de 2014

CASTILLOS DE HUMO

Echo la vista por encima de mi hombro y no reconozco nada de lo que quedó atrás, los pasos dados no dejaron huella y el camino fue tantas veces equivocado…; todos hemos pensado alguna vez en las cosas que nos gustaría hacer, los sitios a donde querríamos ir, las personas con quien nos apetecería estar, nuestra cabeza da para albergar muchos deseos que quizás nunca veamos cumplidos. Uno, en sus momentos de soledad,  elucubra sobre fantasías difícilmente realizables, aun así las repite una y otra vez dentro de su cabeza, refugiándose en ellas escapando de la realidad; quien no ha pensado alguna vez lo que haría con el premio de una lotería aun siendo conscientes de que nunca nos tocará, esos sueños imposibles se hacen realidad por un momento dentro de cada uno de nosotros y con ellos envolviéndonos en una ficticia realidad, nos sentimos otros.

Uno se ve pisando otros lugares, aquellas playas añoradas tantas veces vistas en documentales o subiendo montañas imposibles en países remotos donde apenas ha llegado la civilización tal y como la entendemos, uno viaja al fondo de los mares mimetizándose con anémonas y corales, descubriendo pecios olvidados, bailando con delfines y por momentos arropado por bellas sirenas de largas cabelleras y vigorosas colas plateadas. Con la mente no encontramos límites y a través de ella hacemos lo imposible pues nada exige coherencia y fundamentos; las cosas más inverosímiles que puedan antojársenos se hacen realidad dentro de nuestra cabeza y por unos momentos somos libres; libres de responsabilidades, de compromisos, de contratos y vencimientos, libres de aparentar quienes no somos ni nunca quisimos ser, libres de mostrar afectos fingidos, de dar falsos besos, mostrar falsas sonrisas o fundirnos en hipócritas abrazos. En nuestros sueños estamos libres de hacer todo aquello que no somos ni sentimos y por tanto en ellos, podemos comportarnos como otros, ni mejores ni peores, tan solo distintos.

De vuelta a la realidad uno pisa la calle tantas veces pisada y nada atractivo percibe a su alrededor, vuelve a ser un autómata en manos de una sociedad caótica de la que quisiera escapar y no puede; las mismas paredes, los mismos rostros, los mismos conflictos llenan nuestro día a día y en él nos empequeñecemos y perdemos protagonismo. Las jornadas se suceden una tras otra sin nada especial que nos haga recordar ese día, cada uno a lo suyo ajeno al mundo que le rodea pues su campo de actuación es reducido, un horario que cumplir y de vuelta a casa, llenar el depósito, hacer un descanso y listos para empezar un nuevo ciclo de arduo trabajo. Llega el ansiado fin de semana y en el mejor de los casos uno tiene un rato para él o ella, raro es no tener algún compromiso familiar o social que nos robe nuestro preciado y esperado tiempo de asueto, hay que cumplir, vivimos en sociedad y uno recuerda en esos momentos los lugares idílicos vistos en televisión o en alguna revista, oye al joven que un día se fue a ver mundo y desde un país lejano nos cuenta sus experiencias…y vuelves a soñar despierto.

Los castillos de humo se mantienen en el aire hasta que una ráfaga de viento se los lleva devolviéndonos a nuestra vida cotidiana, volvemos a ver a la suegra o a ese yerno que nos cae mal, al jefe  que nos machaca con exigencias o al compañero pelota donde los haya, abrimos el buzón sin interés para recoger un puñado de propaganda mezclada con las facturas que nos agobian, vuelve la lucha con el vecino que no paga la comunidad, sales a la calle y debes ir sorteando heces caninas que algún irresponsable ha evitado recoger, y cuando crees estar a salvo de tan pestilente materia fecal vas y pisas una viscosa goma de mascar escupida por algún mocoso a medio educar. Los nervios se van crispando, no ves salida al odio que se va gestando en tú interior y al final explotas, y lo haces muchas veces con quien no se lo merece pero es quien tienes a mano, él  o ella soportan tú rabia, tú impotencia y tus arranques de mal genio.


La vida es puro humo que alguien se está fumando y de la que al final tan solo quedan las cenizas, en ese humo unas veces claro, otras oscuro y denso, en ocasiones aromático o tal vez maloliente, vamos gestionando nuestra andadura más o menos acertada. Soñar es gratis y hacerlo nos permite muchas veces vivir una vida paralela, ficticia pero gratificante, por un tiempo desconectamos de la realidad, nos evadimos de las cargas impuestas por la sociedad en que nos ha tocado vivir; sin límites somos dioses en nuestro mundo interior por tanto os invito a reinar de vez en cuando, para este tipo de reinado no se precisa equipaje, ni palacios, ni súbditos, tan solo imaginación y ganas de ser libre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario