Llevaba años pasando por aquella calle, el lugar le era de
sobra conocido pero nunca pensó en él como lo hacía en los últimos meses. El
local reunía todo lo que andaba buscando hacía tiempo pero estaba fuera de sus
posibilidades aun así, elucubraba con lo que haría si llegaba el día en el que
pudiera hacerse con él, sería su punto de arranque tras unos años nefastos en
los que estuvo a punto de sucumbir.
La calle céntrica, era una de las avenidas clásicas de la
ciudad, no había un excesivo tráfico rodado y el ambiente comercial reinaba en
sus dos aceras antes de desembocar en una de las plazas emblemáticas del casco
antiguo, origen o destino de muchas marchas ciudadanas a lo largo de los años;
su iglesia perteneciente al antiguo convento de los frailes ermitaños de San
Agustín (s. XIII) era testigo de la historia de la ciudad, víctima de los
desmanes de la guerra civil a punto estuvo de ser derribada pero en la
actualidad se había convertido en bastión de la ronda interior de aquella
ciudad centenaria junto a las dos puertas amuralladas de Quart y de Serranos.
Aquella arteria que unía el mercado Central con la
emblemática plaza iba a ser su campo de actuación a poco que la suerte le
hiciera un guiño en los próximos meses; todo estaba planificado en su cabeza
pues llevaba tiempo dándole vueltas a la idea mientras veía como se desmoronaba
lo que había sido su vida hasta ese momento. Sabía dónde quería estar, sabía lo
que quería hacer y sabía cómo y con quien hacerlo, así pues solo tenía que
conseguir aquel local y la maquinaria se pondría en marcha una vez más pero
esta vez sin compañeros de viaje indeseados, sin lastres impuestos y mal
gestionados, sin añadidos de dudosa valía no implicados en el proyecto.
Aquel local y el negocio que gestionaría debería convertirse
en referente y modelo dentro del sector, amenaza por su potencial para la
competencia, punto de encuentro para los colectivos implicados que hallarían en
él las soluciones a sus diferentes necesidades, colaborador con el mundo
académico y universitario aportando sus medios e instalaciones en pro de una
mejor preparación profesional. Aquel centro lo devolvería a la primera línea de
batalla, al punto donde las balas silban y solo aquel que es capaz de evitarlas
sobrevive.
Con casi dos mil metros cuadrados entre planta y sótano, el
espacio tenía infinitas posibilidades de negocio, los más de 40 metros de
escaparates permitirían dar una imagen inigualable mostrando diferentes escenas
temáticas del material expuesto; todo estaba escenificado dentro de su cabeza,
cada rincón, cada punto de luz, cada detalle… Girando todo alrededor de una
gran fuente, el murmullo del agua lo devolvería a tiempos pasados de su niñez
donde disfrutó de espacios naturales en un pequeño pueblo de la serranía
valenciana, entre aquellas peñas junto al río Turia germinó la semilla de lo
que ahora debía ser la esencia de aquel gran centro en ciernes.
La luz natural debía tener un gran protagonismo en aquel
espacio, estaba demostrado que esta tenía un efecto positivo en el estado de
ánimo de quienes trabajaban en ese ambiente, los amplios escaparates aportarían
una buena ración de claridad natural. Los colores vivos y llamativos también
deberían tener un papel importante en el centro dominando los espacios
importantes, nada sería dejado al azar y cada detalle tendría su porqué.
Y mientras unos y otros hacían cábalas pensando en que parte
del pastel perdido iban a conseguir, el león dormido seguiría preparando su
estrategia a la espera del día señalado, cuando todos lo dieran por muerto y
enterrado resurgiría con más fuerza arrasando un campo confiado, más preocupado
en sus luchas internas que en su defensa exterior. La campaña de difusión
estaba preparada, la presentación a los medios lista a falta de los últimos
retoques, todo hilvanado formando un puzzle que llevaba meses acoplándose en su
cabeza esperando el pistoletazo de salida y con él ya no habría vuelta atrás.
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