La triste monotonía puede verse
sacudida de repente y sin previo aviso en cualquier momento de nuestra precaria
existencia, la dramática sombra del averno se cierne sobre nuestras cabezas a
diario sin que seamos conscientes de ello, nunca estaremos preparados para
recibir ciertos acontecimientos con la suficiente fortaleza para no ver
alterado nuestro ánimo, nuestro ritmo vital. Siempre con un pie al borde del
precipicio y esperando que ocurra lo inevitable, sin fuerzas ni decisión para
afrontar un futuro ya no muy lejano y sin embargo necesitado de adoptar medidas
de ajuste para el resto de mis días; solo en un mundo de brumas soportando un
día si y otro también las miserias orgánicas impuestas por un azar ganado a
pulso hace muchos años en una curva traicionera.
Los minutos pasan lentamente
cuando la espera de noticias ocupa tú tiempo como única compañera, fugaces
imágenes cruzan por la mente a velocidades de vértigo buscando un destino casi
siempre inalcanzable; cada sonido, timbre o zumbido crean un sobresalto e
incrementan la angustia de esa espera burlona y desafiante que a modo de férrea
coraza, oprime todo tú cuerpo haciéndote difícil el poder respirar. La
incertidumbre es una mala aliada de viaje, siempre traicionera te lleva por
senderos tortuosos de final incierto donde lo no querido puede hacerse
realidad, agazapado en cualquier recodo de nuestro recorrido por la vida.
Salve vida plena, te saludo y me
inclino por existir pero ¿quien puede decir que la ha tenido? ¿Cómo reconocerla
entre tantas vidas miserables? Aun así no debemos quejarnos de lo que tenemos,
y más viendo lo que hay a nuestro alrededor, y mucho más si levantamos la vista
y contemplamos más allá de nuestras fronteras; los momentos felices son
estrellas fugaces que duran lo que ocupa un parpadeo y la mayoría de las veces
somos incapaces de reconocerlos esclavizados por multitud de ficticias
necesidades que hemos creado absurdamente a nuestro alrededor, con el único fin
de alcanzar una inconsciente infelicidad.
Las necesidades insatisfechas así
como la incapacidad para autosatisfacerlas, suponen una pesada losa que supera
toda posibilidad de independencia por mediocre que esta fuere; ir a remolque de
los acontecimientos día tras día supera cualquier intento por mantener la
compostura y así, de este modo y manera, la sombra de la frustración se va
instaurando en cada instante, en cada gesto, en cada idea y expectativa. Las
hojas muertas son barridas por el viento dejando espacio para nuevas oleadas de
podredumbre estacional y así, son muchos los que quedan en el camino esperando
un nuevo verano o las próximas fiestas navideñas.
Miras por la ventana y ves el
trascurrir de la vida, la vida de otros pues tú eres quien mira, los ves
agitados, con prisas, ajenos a lo que les rodea y tú contemplas el cuadro de
esas vidas anónimas moviéndose bajo tus pies; cada ser de ese cuadro es un
mundo y en su mundo vive, sufre y ríe mientras tú, ajeno a su existencia tan
solo lo contemplas por unos instantes. El tráfico fluye con sus ruidos
mecánicos, las gentes entran y salen de los comercios mientras tú, testigo mudo
de esas vidas, vives la tuya propia al tiempo que los observas; esperas un
cambio, un acontecimiento o hecho que de un vuelco a tú existencia pero este no
llega y sigues contemplando la vida desde la ventana.
Y llega el día en el que ya no
esperas nada, todo lo que tenía que pasar ya ha pasado y lo que queda por
delante carece de interés, estás pero como si ya no estuvieras pues tú tiempo
ha pasado y todo en él quedó atrás; pasas de contemplar esperando a contemplar
sin hacerlo pues todo está ya visto. Las gentes siguen ahí con sus vidas pero
tú miras sin ver, tan solo estás ahí sin más pues tú tiempo ha acabado y con él
tú vida.
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