sábado, 13 de julio de 2013

UN CHORIZO REVENTÓN

Si sois de ánimo flojo o de fácil vomitar, no leáis estas líneas no os vayáis a estropear…

Hace tiempo que lo vengo diciendo, ahí dentro algo no va bien, son muchos ya los meses de ingratas molestias, de ruidos y crujidos sospechosos, de fugas inoportunas; siempre ha tenido sus teclas pero en el último año el monstruo está más presente, como si quisiera  reivindicar su nefasta existencia. Los entendidos ya echaron una mirada y realizaros sus doctas pruebas pero el monstruo supo ocultarse bien en las entrañas del averno y para mí que pasó desapercibido, agazapado, mimetizándose con los fétidos fluidos; al final tendrán que entrar en el maltrecho cuerpo con sus gomas invasoras removiendo los intersticios más íntimos de mi ser en aras de una exploración más detallada.
En los últimos tiempos, raro es el día en que no lanza su zarpazo de aviso recordando su poder, allí está latente, esperando el momento oportuno para hacer temblar los flácidos epiplones que cariñosamente envuelven mis miserias; los momentos de sosiego tan solo son el preludio de un nuevo ataque el cual espero con ansiedad y resignación. Nada hay concreto que despierte a la bestia, su respiración acompasada acompaña al ritmo vital de un cuerpo al que la vida se le escapa por momentos y está condenada al infierno.
Al igual que en los días de matanza, las tripas rellenas de inmundicia varia tensan sus membranas haciendo brillar su fina pared traslúcida, por momentos amenazan con reventar y aquel chorizo encarnado y grasoso se retuerce en su dolor, transmitiendo sus ondas álgidas a territorios vecinos en los que no son bien recibidas. Las vísceras inquietas, intentan escapar de la quema pero la maraña de tripas agitándose como los tentáculos de un pulpo ebrio, atrapan a todo el universo abdominal comprimiendo y succionando con sus ventosas, cualquier resto de integridad orgánica.
La lucha fraticida de los intestinos rebelados contra el todo que los contiene, no auspicia nada bueno, el campo de batalla donde se desarrolla el choque permanece inundado de humores putrefactos y malolientes que buscan un punto de escape por el que huir de tan macabra sangría. Asas gelatinosas se deslizan las unas sobre las otras como una serpiente reptando en busca de su presa, anillos ingurgitados y distendidos que a punto están de reventar y llenarlo todo de inmundicia, plantan cara a membranas sonrosadas y viscosas que intentan eludir el enfrentamiento; toda la contienda se desarrolla en un oscuro campo sumergido en sangre y bilis que va extendiéndose hasta alcanzar el más mínimo resquicio, el gas resultante de tan nefastos acontecimientos contribuye con su constante burbujeo a crear nuevos estados de malestar.
La repugnante batalla intestinal, de la que ninguna víscera escapa, se prolonga a lo largo de los meses, asolando cualquier momento de placidez corporal y solo males mayores nos alejan por unos momentos, del asqueante conflicto interno que se desarrolla por debajo de nuestros pulmones. Las descargas de fluidos ignominiosos son continuas y estas llegan desde todas las direcciones cruzándose dentro de los conductos en conflicto como si de un túnel de lavado se tratara; agua, sangre, secreciones de todo tipo y algún líquido incierto se mezclan con restos sólidos y viscosos que titubeantes, navegan hacia lo desconocido por un océano tenebroso lleno de recodos traicioneros.
Y la bola va creciendo en nuestro interior de manera inexorable, poco a poco va añadiendo capas a su núcleo, incrementando el calibre del artefacto que se esfuerza por seguir avanzando entre mucosas y tegumentos; las curvas angostas de la gelatinosa carretera por la que se desplaza, suponen arduos esfuerzos a las paredes vibrátiles que impulsan el sólido hacia su estoma final, una cascada de reacciones se desencadena con cada milímetro de progreso y el cuerpo, envase de todo el proceso catártico, reacciona incrementando sus constantes.
Tripas anárquicas de comportamiento impreciso, conductos oscuros de calibres inconstantes, salida natural de perpetuos desperdicios, vertedero de miserias y fluidos adulterados; esa parte sucia de nuestro inmaculado ser, se rebela contra su dueño atormentándolo y condenándolo al aislamiento social, llevándolo al destierro forzado, acabando con la pulcritud de sus relaciones. Una y otra vez nos llevan al límite de la resistencia orgánica y cuando creemos estar a punto de estallar, una falsa calma se instala en tierra de nadie relajando tripas, vísceras y epiplones hasta que una nueva andanada nos lance a un rincón en el que seguir retorciéndonos de dolor.
El miedo a perforarnos con un mal retortijón está siempre presente, la vida se iría por esa nueva ventana recién abierta, salpicando las cortinas con sus caldos sucios de sangre ennegrecida. Todo es incertidumbre y desconsuelo a nuestro alrededor mientras nuestras butifarras henchidas de rencor, nos recuerdan su presencia minuto a minuto, amenazando cada momento aun por vivir con un final grotesco y trágico.
Hago un detenido repaso y busco en el pasado momentos de sosiego hace mucho olvidados, he de esforzarme por encontrar esos fragmentos diluidos en el tiempo que una vez trajeron calma a unas vísceras hoy atormentadas, busco y en mi búsqueda no me reconozco con aquel vientre plano tantas veces exhibido y en la actualidad echado a perder de la manera más ingrata. Los ruidos no abandonan la cascada de fluidos que internamente, buscan una salida discreta que ayude a rebajar las presiones malsanas gestadas en la intimidad orgánica; esa fuga frustrada muchas veces o convertida en esperpéntico escape en otras, nos delata y hace dirigir las miradas hacia nosotros que a duras penas intentamos disimular el incómodo momento. El desliz tantas veces evitado, irrumpe con fuerza en el lugar y momento menos indicado, poniendo de manifiesto la debilidad de nuestras carnes ante la retención requerida.
El bolo avanza a duras penas y en su triste recorrido corpóreo, encuentra estrecheces íntimas e inesperadas que dificultan su tránsito, el conducto que lo envuelve se adapta y modifica su calibre a medida que los volúmenes englobados varían en tamaño y forma. La flacidez que el tiempo imprime a los tejidos, puede llegar a convertirse en origen de frustraciones y complejos, al colaborar fehacientemente en la pérdida de sustancias íntimas fuera de nuestro control y gusto.
Uggggggg gruñen nuestras tripas pidiendo alivio, alivio que por otra parte no podemos darles pues a estas alturas ya funcionan a su libre albedrío, solo verlas retorcerse en nuestro interior como anguilas en una acequia enlodada, nos puede hacer imaginar el caos intestinal que se vive en nuestras entrañas, nada bucólico, nada plácido, nada celestial…solo tormento y caos, y en ese caos tormentoso siempre presente un riesgo vital inminente que amenaza acabar con todo, siendo quizás ese final la solución a todo el sufrimiento. Al igual que en una mascletá valenciana, el cuerpo morirá entre gases, ruidos y fluidos viscosos que lanzados a un cielo azul, impregnarán el ambiente con sus característicos olores nauseabundos cuyos vapores irán poco a poco ocultándonos el sol, huérfanos de luz solar entraremos en el mundo de las tinieblas y allí, olvidados por todos, nuestra alma vagará sin rumbo el resto de nuestro tiempo.

¿Oléis la mierda?

sábado, 6 de julio de 2013

EL PICHAFLOJA: LOS HIJOS DEL COLORÍN

Es curioso como la sangre puede enaltecer a quien la lleva, gentes que no han hecho y por sus trayectorias está claro que nunca harán nada en la vida, viven sus vidas embarcados en un éxito ficticio y artificial del que nadie logra apearlos, dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio pero para algunos de estos personajes el tiempo no pasa y ahí siguen, subidos en la cresta de la ola sin que nada ni nadie logre tirarlos de la tabla, sus únicos méritos, ser hijos de…
Desde que son unos retoños viven el mundo del famoseo, siendo exhibidos cuando al famoso de turno le interesa o permaneciendo ocultos tras un  ridículo y tupido velo opaco cuando no, para esto último se amparan en la ley de protección al menor; son un apéndice del progenitor estrella y como una rémora los acompañan en galas, reportajes y exclusivas cuando conviene, pasando a formar parte del mundo rosa en el que se desenvuelven sus padres.
Creciendo al calor del éxito de sus progenitores y con una vida regalada y en muchos casos artificial, estos niños y niñas llegan a la adolescencia en estado de gracia, normalmente habiendo crecido al cuidado de abuelas, tías, nanis y demás personal mercenario, ya que las continuas e ineludibles  obligaciones artísticas y sociales de sus padres, los obliga a permanecer lejos de casa a veces por largas temporadas.
Es así como estos nacidos del éxito, florecen entre algodones mercenarios ajenos a una vida corriente, inmersos en ambientes muy alejados de la realidad, libres de una supervisión paterna periódica y regular, crecen en un mundo de colorín; en cuanto se sienten adultos y merced a haber llevado una vida un tanto independiente por sus circunstancias, quieren despuntar en la vida  haciendo las cosas más variadas: unos montando a caballo, otros  aspirando al mundo de la canción, algunos de pincha discos hoy llamados DJs (pincha discos diplomados), los hay que se arrastran por los platós haciendo no se sabe muy bien que, y así una larga lista de pintorescas ocupaciones para la mayoría de las cuales hacen servir su amplio bagaje cultural y académico obtenido no se sabe donde.
Un gran porcentaje de estos elegidos para la gloria, a duras penas han acabado sus estudios secundarios, obviamente no hablan idiomas, ni se les conoce destreza en ninguna faceta del saber ahora, eso si, son expertos en el facebook, twitter, tuenti y demás redes sociales, portadores de teléfonos de última generación, cuentan con centenares de amigos dedicando muchas horas al día a tener actualizados sus perfiles. Así son los hijos de la fama, felices, disolutos y ajenos al mundo terrenal que pisan el resto de los mortales.
Luego están sus aláteres, ese corro de personajes revoloteando alrededor del hijo estrella, dorándole la píldora hasta la saciedad y expertos en regalar el oído al agasajado “niño/a colorin”, corro de buitres siempre dispuestos a abalanzarse sobre el más mínimo despojo, amigos del alma mientras sea el alma quien corra con los gastos de sus excesos, mientras sigan siendo  colados en ambientes prohibidos a sus anónimas personas o salgan en una foto cutre de un mal reportaje en color; esa guardia imperial del niño/a colorín siempre estará ahí, a su vera, mientras se mantengan sus privilegios, profesando una ambigua y efímera lealtad.
A esta tropa advenediza hay que añadir las supuestas parejas del corazón, esas que reciben el flechazo de un aturdido Cupido en horas bajas al ver a su ídolo en cualquier discoteca, evento folklórico o supuesta actuación, esos amores que surgen de la nada incluso siendo la antítesis del adonis de turno, las hay de lo más esperpéntico; no hay quien entienda a chiquitas de lindos cuerpos y bonitos rostros, encaprichadas con algunos individuos cuya imagen y proporciones rozan la aberración, por muy tonadillero que sea su apellido ¿Qué buscan uniéndose a semejantes pichaflojas? ¿Salir en un par de revistas o que les hagan alguna entrevista? Poco precio es ese a cambio de tener que yacer con un cuerpo informe de físico más que precario y tener que recibir sus fluidos jadeando un falso amor.
Estos pichafloja, entendiendo por tal término a los hombres mujeriegos que tienen sexo fácil sin mucho seleccionar, amparados en unos méritos que nadie conoce, bueno si son hijos de, dan percebe o mejillón a cualquiera y claro siendo niño/as colorín pretendientes no les faltan pero ¿tan simples son estos amores fugaces que creen serlo para toda la vida? Dejarse ventilar el área genital por uno de estos famosillos, puede ser un pasaporte al estrellato pues no dejan de brotar en el prado del colorín, flores preñadas, despechadas, engañadas y/o abandonadas que se arrastran durante largas  temporadas por las televisiones de turno, sacando buenos réditos de su affair amoroso.
Recientemente leí en un artículo de opinión, la desgracia que supone que uno de estos famosillos de poca monta te toque por vecino invadiendo tú entorno y alterando la tranquilidad de tú barrio; esta generación de nuevos ricos cuyos ingresos, a veces elevados, son ganados tan solo por el apellido que acompaña a sus nombres, suelen ser gentes de alardear, de exhibir sus adquisiciones, no apreciando casi nunca el valor de lo que consiguen por la facilidad con la que lo hacen, así pues lucen coches, casas, joyas, ropa, etc… sin darles la mayor importancia. La masa de vasallaje que los siguen, arrasan allá por donde pasan, rompiendo la tranquilidad de vecindarios o la dinámica de lugares públicos ya sean estos restaurantes, discotecas o demás centros de recreo pues estas son sus únicas universidades de la vida y es en ellas donde se forman y se relacionan.
Tomando como ejemplo al fruto del cruce entre un capote taurino y una peineta flamenca, hay que ver como le luce al muchacho lo de hacer bolos nocturnos haciendo rodar CDs, he leído que llega a cobrar entre 6.000 y 15.000 euros/noche por tan ingeniosa habilidad, pues bien este es un ejemplo perfecto de los “hijos del colorín”, reúne todas las condiciones exigidas a este peculiar grupo social; salvo los apellidos no se le conoce cualidad alguna, hijo de la noche y como buen pichafloja (rabo de difícil contener), ha tenido sus siembras de no nacidos hasta dar en la diana y conseguir un vientre fructífero, por fin es papá aunque no está muy por la labor de ejercer como tal, de momento ya ha prescindido del envase donde depositó su semilla pues él se debe a sus fans y no puede limitar sus encantos a una sola persona. Se sabía de antemano, todo el mundo lo veía, los arrumacos televisivos en una isla perdida tenían fecha de caducidad pero él se dejaba querer y aguantó hasta que su “calidad profesional” subió como la espuma siendo aclamado por la masa entendida.
Pero ¿Qué pudo ver una chica tan linda en semejante individuo? Está claro que no fue deslumbrada por su informe físico, ¿su labia filosófica quizás? Está claro que puede atribuírsele una prosa simpática propia de sus tierras de origen, quizás unos andares titubeantes propios de un voy o vengo, tal vez esa mirada penetrante sobre todo al observar de soslayo, pero lo que nadie puede negar es que en conjunto se queda a mitad camino, nunca una frase como la de “sobre gustos no hay nada escrito” cobró tanto significado…….¿o quizás tan solo fue un vehículo para llegar quien sabe a donde? El caso es que bien por amor pasajero o por interés mal calculado, un nuevo retoño ha venido a incrementar la saga del mundo del colorín, seguro que en un futuro no muy lejano también se hablará de él y sus andanzas.

Sea como sea los hijos del colorín seguirán llenando portadas, ocupando platós de televisión, serán aclamados en pueblos y ciudades, alegrándonos la vida jornada tras jornada con sus ocurrencias, sus aventuras, sus trifulcas y devaneos amorosos, sus apasionadas vidas nos tendrán enganchados a los medios de comunicación día tras día, pendientes en todo momento de sus cuitas y sinsabores. Ellos llenarán nuestros tiempos muertos y nos seguirán haciendo  felices hasta el final de nuestros días, queramos pues a estos niños/as colorín pues ellos y ellas son la esencia de nuestras sobremesas.