sábado, 2 de septiembre de 2017

ES HORA DE QUITARSE LA CARTETA

El título habla por si solo “Es hora de quitarse la careta”; es hora de decir lo que muchos piensan, es hora de abandonar esa bruma de hipocresía que cubre a las masas, es hora de cambiar el lenguaje políticamente correcto, es hora de hacer frente a la realidad y ¿Cuál es la realidad? Pues mal que nos pese la realidad es que nos están ganando, nos están ganando y no reaccionamos.

Ahora ha sido Barcelona, antes lo fue Londres, Berlín, París, Niza, Bruselas… ¿Cuántas más ciudades han de sucumbir a la barbarie terrorista en nombre de Alá? Está claro que los autores de las matanzas no representan al Islám y que gran parte del mundo musulmán los rechaza como suyos pero ¿Qué pasa con la otra parte? Como un caballo de Troya llevan años llegando a nuestras tierras y mezclándose con lo que  ellos siempre han llamado infieles; ahora ya están aquí y muchos con varias generaciones de arraigo ¿Cómo distinguir entre ellos a los durmientes?

Por otro lado algunos países alardeando de una exagerada bondad, una desmesurada ansia por mostrarse supra-civilizados, llenándoseles la boca con el respeto a los derechos humanos y un sinfín de buenismos más, han sido durante décadas reclamos para las masas del tercer mundo dando igual este donde estuviera. Las gentes han acudido a ellos en masa y estos los han recibido con los brazos abiertos incluso fomentando futuras oleadas, los han intentado integrar, les han dado ayudas públicas, sanidad, educación, vivienda… ¿y a cambio de que? Mano de obra barata, rencor enquistado y guetos, muchos guetos pues ellos como otras minorías, no quieren integrarse y mucho menos occidentalizarse aunque a veces intenten aparentarlo.

Y si a todo esto le añadimos que un buen número de los terroristas inmolados, abatidos y/o detenidos tienen antecedentes, han sido investigados o se sospechó de ellos en el pasado, nos encontramos con situaciones potencialmente evitables si nuestras sociedades no fueran tan permisivas y bondadosas. Así pues y ya que en su momento dejamos que se nos escaparan, hagamos ejemplo cuando al final se consigue atraparlos, y no solo con ellos también con todo su entorno, no debe valernos el “yo no sabía que se había radicalizado…”, de antemano debe ser conocido por todos que aquel que practica el terrorismo arrastra consigo a todos los suyos y sus posesiones, aquel que abate hace que los suyos sean abatidos y despojados de todo lo que tienen, aboliéndoseles cualquier derecho adquirido por la sociedad que los acogió.

Las manifestaciones de repulsa, los eslóganes grandilocuentes, los minutos de silencio, los comunicados en los medios… solo sirven para regocijo de los autores de tan macabras actuaciones, son gasolina que avivan el fuego en los cerebros de estos descerebrados volviéndolos a poner en el punto de partida para gestar un nuevo atentado; solo medidas drásticas aunque no sean políticamente correctas, nos darán un opción de acabar con esta lacra venida de fuera, practiquemos con ellos política de tierra quemada borrando su rastro de nuestras ciudades y abandonemos nuestra hipócrita permisividad.


Nuestras leyes, nuestras costumbres, nuestras tradiciones y forma de vida son las que son y las que nos identifican como pueblo y bajo ningún concepto deberían modificarse para acoger al que viene de fuera adaptándose a tradiciones que no son las nuestras, si quieren seguirlas y estas están fuera de nuestras normas que se queden en sus países de origen por muy precarias que sean sus vidas en esos territorios, allí podrán exhibir sus burkas, sus velos, practicar sus ablaciones y llegado el caso inmolarse en nombre de su Alá pero no aquí, NO en nuestras ciudades.