El título habla por si solo “Es hora de quitarse la careta”;
es hora de decir lo que muchos piensan, es hora de abandonar esa bruma de
hipocresía que cubre a las masas, es hora de cambiar el lenguaje políticamente
correcto, es hora de hacer frente a la realidad y ¿Cuál es la realidad? Pues
mal que nos pese la realidad es que nos están ganando, nos están ganando y no
reaccionamos.
Ahora ha sido Barcelona, antes lo fue Londres, Berlín, París,
Niza, Bruselas… ¿Cuántas más ciudades han de sucumbir a la barbarie terrorista
en nombre de Alá? Está claro que los autores de las matanzas no representan al Islám
y que gran parte del mundo musulmán los rechaza como suyos pero ¿Qué pasa con
la otra parte? Como un caballo de Troya llevan años llegando a nuestras tierras
y mezclándose con lo que ellos siempre
han llamado infieles; ahora ya están aquí y muchos con varias generaciones de
arraigo ¿Cómo distinguir entre ellos a los durmientes?
Por otro lado algunos países alardeando de una exagerada
bondad, una desmesurada ansia por mostrarse supra-civilizados, llenándoseles la
boca con el respeto a los derechos humanos y un sinfín de buenismos más, han
sido durante décadas reclamos para las masas del tercer mundo dando igual este
donde estuviera. Las gentes han acudido a ellos en masa y estos los han
recibido con los brazos abiertos incluso fomentando futuras oleadas, los han
intentado integrar, les han dado ayudas públicas, sanidad, educación, vivienda…
¿y a cambio de que? Mano de obra barata, rencor enquistado y guetos, muchos
guetos pues ellos como otras minorías, no quieren integrarse y mucho menos
occidentalizarse aunque a veces intenten aparentarlo.
Y si a todo esto le añadimos que un buen número de los
terroristas inmolados, abatidos y/o detenidos tienen antecedentes, han sido
investigados o se sospechó de ellos en el pasado, nos encontramos con
situaciones potencialmente evitables si nuestras sociedades no fueran tan
permisivas y bondadosas. Así pues y ya que en su momento dejamos que se nos
escaparan, hagamos ejemplo cuando al final se consigue atraparlos, y no solo
con ellos también con todo su entorno, no debe valernos el “yo no sabía que se
había radicalizado…”, de antemano debe ser conocido por todos que aquel que
practica el terrorismo arrastra consigo a todos los suyos y sus posesiones,
aquel que abate hace que los suyos sean abatidos y despojados de todo lo que
tienen, aboliéndoseles cualquier derecho adquirido por la sociedad que los
acogió.
Las manifestaciones de repulsa, los eslóganes
grandilocuentes, los minutos de silencio, los comunicados en los medios… solo
sirven para regocijo de los autores de tan macabras actuaciones, son gasolina
que avivan el fuego en los cerebros de estos descerebrados volviéndolos a poner
en el punto de partida para gestar un nuevo atentado; solo medidas drásticas
aunque no sean políticamente correctas, nos darán un opción de acabar con esta
lacra venida de fuera, practiquemos con ellos política de tierra quemada
borrando su rastro de nuestras ciudades y abandonemos nuestra hipócrita permisividad.
Nuestras leyes, nuestras costumbres, nuestras tradiciones y
forma de vida son las que son y las que nos identifican como pueblo y bajo
ningún concepto deberían modificarse para acoger al que viene de fuera
adaptándose a tradiciones que no son las nuestras, si quieren seguirlas y estas
están fuera de nuestras normas que se queden en sus países de origen por muy
precarias que sean sus vidas en esos territorios, allí podrán exhibir sus
burkas, sus velos, practicar sus ablaciones y llegado el caso inmolarse en
nombre de su Alá pero no aquí, NO en nuestras ciudades.