La musa cambió de aires abandonando mi mente dormida la cual
por mucho que se esfuerza, no encuentra el hilo que la lleve a la madeja de una
nueva historia; releo los escritos pasados, me aventuro en relatos inacabados
que abandono nuevamente, busco en mi maraña neuronal y ni una chispa ilumina la
senda que estoy dispuesto a iniciar. Cierro los ojos e intento perderme en el
abismo de mis sombras internas y ni aun así encuentro una palabra, una frase
que dé inicio a una nueva historia ¿habré acabado mi bagaje literario? —Me pregunto hacia mis adentros—, las palabras que antes fluían sin esfuerzo ahora me son esquivas y estoy huérfano de ideas.
La época del año no me es propicia y el entorno tampoco lo
es, las luces y rumores de hace unas semanas quedaron en el recuerdo y con
ellos la musa voló a tierras más cálidas donde alimentar a otras mentes;
desierto de iniciativa pues, me enfrento a un blanco virtual que espera mis
palabras con sosiego, palabras que no brotan en mi mente, que no llegan a mis
manos y por tanto no fluyen en mi pantalla de plasma. Frente a ella paso el
tiempo que unos metros más abajo, en la calle, vuela llevándose una mañana de
sábado más con sus gentes, sus mascotas, sus bicicletas y su tráfico rodado.
Repaso acontecimientos, personajes, hechos recientes y
pasados y en ese pasado me anclo como barco a la deriva, voy dando tumbos por
mi historia lejana reviviendo momentos vividos en otros países y lugares, veo a
gentes que ya no están, actos que trajeron otros actos y que tuvieron sus consecuencias,
unas buenas otras no tanto, vacío mi cajón de sastre y vuelvo a ordenar su
contenido en una búsqueda infructuosa que no da resultados. Veo fugaces
imágenes de tiempos remotos donde intuyo fui feliz, tiempos desenfadados y
esperanzadores, tiempos de crecimiento personal, crecimiento inconsciente solo
percibido con el paso de los años.
Primeras amistades, primeros escarceos amorosos, primeras
experiencias y de todo ello fue formándose el poso de lo que hoy es mi vida,
traumas, deidades, aspiraciones imposibles y de nuevo la pantalla en blanco
esperando mis palabras que no llegan; el fin de un ciclo se ha establecido y
ahora, en los albores de uno nuevo, quizás el último, debemos replantear la
estrategia vital de ese futuro incierto que estamos a punto de iniciar. Antes o
después nuevos relatos surgirán y como un torrente sin frenos irán llenando
unas páginas ávidas de historias esperpénticas en unos casos, reflexivas en
otros, quizás reales, quizás ficticias o en el mejor de los casos mezcla de
ambas. A la espera de ese crisol de ideas convertidas en vocablos y más tarde
en palabras, seguiré viendo pasar el tiempo tras mis cristales, las gentes irán
y vendrán, las horas irán descontando sus minutos y con ellas las jornadas
caerán una tras otra en esto que llamamos vida aunque para algunos no lo sea.
Mientras ese nuevo ciclo llega viviremos de lo escrito en un
pasado aciago, de las convulsas historias atrapadas entre unas líneas
mediocres, de los sinsabores plasmados en momentos de reflexión extrema; hasta
que llegue esa nueva luz, seguiremos en la brecha intentando sobrevivir pero de
momento intentaremos desconectar, mirar hacia otro lado, cambiar las imágenes
cotidianas y para eso nos iremos de vacaciones e intentaremos perdernos en la
infinidad del mar.