La luz inunda toda la estancia aportando la claridad de la
mañana a cada rincón; como cada día me preparo para volar con la imaginación
desde mi mesa, a los mandos de un teclado virtual que de fe de mis incursiones a
la ficción de un mundo vetado. Los actores de la pieza teatral se desplazan por
un escenario muchas veces visto desde mi ventana, a mis pies el largo paseo
marítimo marcando el límite entre el cemento formando miles de viviendas y la
franja de arenas blancas que alfombra el litoral, más allá de estas el vasto
mar de azules cambiantes y verdes esmeralda cuyas orillas besan la costa con
labios de espuma blanca.
No necesito mirar para ver pues las imágenes que se extienden
a mí alrededor, están grabadas a fuego
dentro de mi cabeza; el rumor de las olas llega hasta mi mesa, cierro los ojos
y me veo navegando sobre ellas rumbo a lo desconocido, a un lugar remoto tocado
por las hadas, donde las sirenas se aproximan a la orilla endulzando el
ambiente con sus cantos melodiosos. Los ojos cerrados me permiten ver a través
de la bruma sus esbeltos cuerpos dotados de vigorosas colas plateadas retozando
sobre las rocas, las aguas turquesas y cristalinas de su idílico paraíso forman
una laguna infranqueable para el extraño, protegiendo así su intimidad y su
reino.
Abro los ojos y de nuevo estoy frente a mi mesa con todo un
mundo a mis pies que late y vive; los cuerpos recién llegados con sus pieles
vírgenes de sol, extienden sus toallas allí abajo y se preparan para el primer
baño de la temporada. Cada jornada como autómatas, las gentes van llenando la
arena con sus cuerpos aceitosos, hasta mi ventana llegan sus gritos de júbilo
formando un murmullo inconfundible que se repite día tras día, el sol
inclemente juega con sus sombras sobre la arena mientras los más listos, se
protegen bajo los toldos de un chiringuito con una cerveza entre las manos.
Desde mi ventana puedo ver el gran edificio del que hace
muchos años salí para no regresar, allí quedó toda una vida por vivir, muchos
viajes que realizar, muchas historias que contar, muchas gentes que conocer;
cierro los ojos y veo con total nitidez aquella habitación en la que Jako tuvo
su última noche de amor a comienzos de
un verano muy lejano en el tiempo pero muy próximo en la memoria, aquella piel
suave acariciada a la luz de las velas, aquel cuerpo amado de manera fugaz tras
años de espera, la historia quedó incompleta y las palabras que debieron
describirla, se precipitaron al abismo en una noche aciaga. Las tinieblas del
alma no me dejan ver el sol así que cierro los ojos una vez más y sigo mi viaje
estelar por los entresijos de la memoria. Veo aquellas cargas de caballería en
el distrito universitario a cargo de una compañía montada de los entonces
llamados grises, las escaramuzas estudiantiles siempre inconformistas en busca
de una utópica sociedad inexistente, retaban al sistema siempre opresor; tras
las ventanillas del autobús la masa nos rodea y por momentos nos vemos
zarandeados con la mayor de las impotencias.
Tiempos de cambios que puedo tocar con tan solo cerrar los
ojos, mi cuerpo se comporta como una máquina del tiempo yendo hacia adelante o
hacia atrás, con tan solo activar la parcela de la memoria latente. Veo a esa
joven de hermosos ojos verdes saliendo de su casa para dirigirse a uno de sus
primeros trabajos, la sigo con la mirada durante un buen rato antes de
acercarme a ella y subirla en mi Vespa color butano tras un beso cómplice,
recuerdo con gratitud todas las veces que la tuve entre mis brazos; hoy, tocada
por las hadas, se ha convertido en una
sirena cuyo reino exige su presencia pues el mar llora su ausencia, cuando las
aguas cristalinas no acarician su piel.
Y una vez más abro los ojos y allí sigue el mar infinito, con
sus brillos y contrastes, sus olas baten contra la orilla con un vaivén
interminable y las crestas, blancas como la nieve, se deshacen en la orilla
como azucarillos en una infusión. Más reciente en el tiempo, otro rostro va
cobrando protagonismo, su presencia
inexistente es suplida por una voz cálida al otro lado del hilo telefónico,
nuestros caminos nunca llegarán a cruzarse pero aun así la siento cercana,
cercana en la distancia que siempre nos ha tenido separados.
Miro a través del cristal y lo que veo me reconforta, allí
abajo está lo que tantos anhelan y muchos desconocen, allí sobre la arena blanca retocé hace muchos años,
recuerdo los baños nocturnos a la luz de la luna atento a cualquier movimiento
extraño en el oscuro océano, pues de ello se encargó Spielberg superando sus
fobias a finales de los 70; recuerdo a una chica feucha de cuerpo aceptable y
conversación amena, con la que compartí olas y espuma una noche de verano, la
penumbra de aquella velada en un mar húmedo y tranquilo, hizo que nuestras
pieles bailaran una danza de amor en el mayor de los anonimatos. Es lo que
tiene el verano, sus días largos y cálidas noches invitan a la desinhibición
sin una sombra de mala conciencia, todo lo que ocurre en verano acaba con el
verano aunque a veces quisiéramos que no fuera así.
Y el niño toca huevos sigue correteando por la playa haciendo
rabiar a sus padres, estos, con toda la parafernalia del turista profesional,
organizan los enseres alrededor de una sombrilla amarillo chillón: nevera,
sillitas, toallas, cremas protectoras… ese núcleo familiar venido de tierra
adentro y clonado hasta la saciedad, se extiende sobre toda la superficie
costera a la espera de su disfrute estacional. Son felices y olvidan por unos
días las miserias que han dejado en sus ciudades de origen.
Poco a poco va pasando el verano y con él las historias
visionadas desde mi ventana pierden nitidez, cada año es lo mismo pero
diferente, siempre hay algo que cambia el orden de las cosas y en ese cambio
nos perdemos con conflictos inesperados que no llegábamos a imaginar; razón
tenía quien dijo que cualquier tiempo pasado fue mejor, de esta aseveración
quedan excluidos claro está, los eternos amargados inconformistas que siempre
han visto manos negras y opresión en todo lo que les rodea pero ya se sabe, cardos
hay en todos los montes y gentes de baja extracción nacen todos los días.
Mi verano pssssssssssss ¿y el tuyo?